En el artículo anterior aborde el primero de los tres paradigmas en los cuales se sustenta mi modelo de liderazgo trascendental, la voz interna, quedando para el presente: los dones de nacimiento y el dilema conciencia-ego. Los dones de nacimiento son, la libertad de elegir, los principios naturales de la vida y las cuatro inteligencias.
La libertad de elegir, significa que siempre tenemos la oportunidad de dar una respuesta diferente ante los mismos estímulos. Los seres humanos, estamos condicionados en nuestra forma de pensar y de actuar, debido a un proceso de aprendizaje familiar y social, donde hemos configurado mapas mentales que determinan nuestras percepciones, y por ende, el tipo de respuestas que generamos ante determinados estímulos. Lo bueno es que siempre vamos a tener una oportunidad de emitir una respuesta diferente, adecuada, inteligente y madura, claro está, esa oportunidad depende de la reingeniería mental que estemos dispuestos a asumir. Por lo tanto, el líder debe enfrentar estos procesos psico-emocionales, ya que en esas elecciones, reside el crecimiento personal y hasta la felicidad.
El segundo don de nacimiento, es la facultad que tenemos de internalizar y practicar por lo menos seis principios o leyes naturales que determinan el éxito en lo que hacemos. Ellos son: respecto, honestidad, amabilidad, integridad, servicio y justicia, estos valores internalizados generan conductas que son propicias para construir relaciones con personas, organizaciones, culturas y sociedades enteras. Por el contrario, los anti-valores, como: la desconsideración, deshonestidad, descortesía, corrupción, maltrato y la injusticia, van a generar conductas que destruyen relaciones con personas, organizaciones, culturas y sociedades enteras.
El tercer don son las cuatro inteligencias del ser humano. Es importante destacar que existen muchas teorías sobre la inteligencia, entre ellas, las inteligencias múltiples, que van desde ocho hasta doce inteligencias, donde uno de los autores más reconocidos es Howard Gardner, de las cuales, supongo, Stephen Covey se inspiro para conformar sus cuatro inteligencias: la inteligencia física referida al cuerpo, cuya necesidad es vivir, la inteligencia mental, relacionada con el coeficiente intelectual, que tiene la necesidad de aprender, la inteligencia emocional, del corazón, que necesita amar, y por último, la inteligencia espiritual cuya necesidad es dejar un legado.
Estas inteligencias son de vital importancia para el líder trascendental, ya que le permite entender, la relación entre el hombre y las organizaciones, sobre todo la que tiene que ver con la identificación y compromiso de la gente con las organizaciones, con los procesos o con los proyectos donde participa. La productividad del empleado está íntimamente ligada a la satisfacción de sus cuatro inteligencias. Por ejemplo, el cuerpo está satisfecho con un salario justo en función del cargo y el nivel de responsabilidad, la mente, que tiene la necesidad de aprender, se satisface cuando el trabajador es consultado, se le pide opinión o se le reconocen los resultados, por su parte, el corazón, requiere de un trato respetuoso, y la inteligencia espiritual, se siente realizada cuando la organización atiende a principios y valores éticos, donde la moral es valorada. Por tales motivos, el líder trascendental tiene que crear un escenario laboral donde se respeten los principios y valores acordados corporativamente, para que los empleados elijan el compromiso, la cooperación y la creatividad en su trabajo a los efectos de experimentar amor y sentido en lo que hacen.
El último paradigma al cual hice referencia, es al dilema entre la conciencia y el ego, es de vital importancia, que el líder maximice su conciencia y minimice el ego. El ego (del latín que significa ‘yo’), designa el exceso de valoración que tenemos de nosotros, es sinónimo de inmodestia, arrogancia, presunción, soberbia, de aquí se derivan los conceptos de egolatría, egoísmo y egocentrismo. En el ego se vive en función del objeto externo y el punto de referencia interno es el mismo ego, es nuestra autoimagen, nuestra máscara social, y por lo tanto, le gusta la aprobación colectiva, se apoya en el poder y quiere controlar, justamente porque vive en el temor.
Por su parte, la conciencia es la habilidad que le permite al líder percibir lo que es correcto y lo que es incorrecto, es el grado de integridad y honestidad mediante el cual, éste podrá determinar y vigilar la calidad de sus acciones. La conciencia es el verdadero yo, es nuestro espíritu, nuestra alma que no está condicionada al objeto externo, es inmune a la crítica, no le teme a desafío alguno, es humilde, no se siente inferior y superior a alguien porque es consciente que todos los demás son el mismo yo, el mismo espíritu.
Cuando la disciplina, la visión y la pasión están regidas por el ego, no existe autoridad moral y la autoridad formal no surte efecto, por lo tanto, el liderazgo no perdura y tampoco las instituciones creadas por él y desgraciadamente el mundo cambia para el mal. Pero cuando la disciplina, la visión y la pasión del líder están regidas por la conciencia, la autoridad moral hace que la autoridad formal surta efecto, el liderazgo perdura junto con las instituciones creadas por él y el mundo cambia para el bien.
Algunos se preguntaran: ¿Yo nací para ser líder? o ¿Yo podre ser un líder trascendental y dejar un legado?. Bien mis amigos, una buena noticia es que el líder nace y también se hace. Por un lado, tenemos el código genético que nos condiciona para ciertas cosas, y por el otro, tenemos la psicología del aprendizaje, que también nos prepara para ciertas cosas. Recuerdo en una oportunidad haber leído que Joseph P. Kennedy, quien fuera un prominente líder empresario y político norteamericano, dedicaba un día en la semana a invitar, a su residencia, amigos y colegas para analizar los acontecimientos políticos y económicos de la época, y hacia participar en las reuniones a sus cuatro hijos varones para que presenciaran las reuniones y se informaran de los aconteceres. Pues bien, esos niños, lo que presenciaron y vivieron los condiciono para el resto de sus vidas, y los cuatro fueron importantes líderes, siendo uno de ellos Presidente de los Estados Unidos.
Finalmente, hay personas que nacen con cualidades de liderazgo, otras han visto modelaje de liderazgo a través de su vida, otras han aprendido sobre el liderazgo mediante capacitación y otras tienen la autodisciplina para llegar a ser un líder. En la próxima entrega abordare las diez competencias del líder trascendental que deja un legado.
Alberto Barboza
Coach Gerencial en liderazgo, planificación y productividad
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