“quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.” Encíclica Fratelli Tutti.
El título de este artículo parece ser la secuencia de sentimientos que ha venido provocando la política en los venezolanos, lo cual es muy peligroso para la lucha por la democracia y la libertad. Es evidente que hay hechos que no han sido suficientemente atendidos por la dirigencia política que se cubre con ropaje democrático; a ellos es a quienes me dirijo, no a los narcotraficantes y delincuentes de toda calaña devenidos o disfrazados de políticos, duchos en el engaño y la falsa moral.
A Los viejos dirigentes de los partidos, y a los nuevos que envejecieron prematuramente, imitando a los Yagos y a los Tartufos, demostrando, además, talento para el teatro, se les olvida que existe una gran masa de venezolanos que no quiere una vuelta al pasado; eso está estudiado y demostrado, señalado por sociólogos y politólogos como el fenómeno de la “desafección política” que se manifiesta por la pérdida de credibilidad en los partidos políticos como interlocutores válidos entre los ciudadanos y el Estado. Ese es un hecho indiscutible y muy malo para la democracia.
Esos mismos venezolanos a quienes se les han sumado nuevas generaciones, también están decepcionados con el desastroso presente, lo que ha dado lugar al denominado “desencanto político”. La crítica situación de inseguridad, de desempleo, de vida cara, de pobreza extrema, de incertidumbre, de pérdida de confianza y de hastío, ha roto el lazo emocional que a muchos los ataba a sus dirigentes.
Pero el hecho más significativo y peligroso aún, que se manifiesta abiertamente, es el “desprecio político” hacia quienes se consideran líderes, que no se dan cuenta que están quedando como una “cúspide flotante” según uno de los principios de Peter. Es esa sensación de pérdida de confianza en quienes se comprometieron con ellos en rescatar los espacios de libertad perdidos y la esperanza por una vida mejor. Es un reparto de culpas de los verdaderos causantes de esta tragedia, a quienes se suman aquellos.
Es muy grande el vector de venezolanos que quiere participar en política sin volver a dar saltos al vacío, como verdaderos ciudadanos, conscientes de sus derechos y deberes, deseosos de acompañar a un liderazgo político comprometido con las mejores causas como lo son la profundización y mejoramiento de la democracia; el acceso a una buena educación que siembre en sus hijos y nietos verdaderos valores, a una mejor salud, a un trabajo digno y estable, a una seguridad que le garantice su vida y sus propiedades, y, fundamentalmente a una justicia que sea sencillamente justa.
Vivimos en un mundo que ya nada es igual a lo de antes. El hombre no es sólo una realidad biológica, es también una realidad cultural donde siempre está presente el aprendizaje y su base fundamental que es el lenguaje, no para ser utilizado con falsedad o vana retórica, sino para entender y hacer entender que no hay humanidad sin aprendizaje cultural o dicho en palabras de Savater, la humanidad es el rasgo común que nos hace iguales, es decir, debemos reconocernos como seres humanos y tratarnos como tales.
Los valores en la conducta humana se configuran con las actitudes y actúan como marcos preferenciales de orientación al sujeto en el mundo donde vive. La democracia requiere urgentemente educar en valores, y esto implica retomar los principios correctos que nos definen como Nación.
Neuro J. Villalobos Rincón