José Aranguibel: ¿Me quedo o me voy?

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La peor forma de injusticia es la justicia simulada”. Juan Miguel Ávalos

Quizá este título ha puesto en el dilema de pensar a más de un venezolano, colocándolo, digamos, entre la espada y la pared a la hora de tomar una decisión nada fácil de irse a buscar en otras tierras una mejor calidad de vida o quedarse a continuar transitando el penoso camino del país donde todo es una cola, un sufrimiento, sacrificio y un vía crucis, pero ya es una verdad inocultable que podrán ser, antes que cierre 2021, siete millones de venezolanos los que han dejado nuestra nación cansados de soportar la estafa electoral que significó desde sus comienzos la Revolución del Siglo XXI que al cabo de 22 años de discursos y arengas demagógicas su haber de cuentas que presenta al pueblo es la de haber arruinado, destruido y construido la mayor fábrica de pobreza extrema que nos coloca a la par de otras naciones no favorecidas por la Divina Providencia de recursos naturales, envidiados por gobiernos imperiales antes y después de conocida la célebre frase “por ahora” que amarró, cautivó y engañó a millones en la propia patria del Libertador Simón Bolívar.

Nuestra migración forzada agencias de la Organización de Naciones Unidas, ONU, la comparan a la que se vive en Siria, donde hay una guerra muy lamentable desde 2011 que ha destruido a esa nación y arroja la fatídica cifra de más de 500 mil fallecidos y desaparecidos. Otras han sido aquí las causas del peregrinar de venezolanos por agua, tierra y aire, —a pie o en cualquier medio de transporte a expensas de sus vidas— a países de América del Sur, Centro y Norte, Europa, Oriente, Asia y hasta a la lejana Australia adonde han huido y huyen cada día del calendario familias enteras o miembros de las mismas convencidos que prolongar su permanencia en su propio país, —contradictorio pero cierto— significa atravesar, vivir y convivir con una situación económica, social y política que cada vez más golpea, destruye y pone fin a sueños y metas a los que han preferido arriesgar en otros lugares lo que en Venezuela la gestión oficialista de inspiración izquierdista prefiere continuar como el avestruz o cómo los tres monitos emoji del washapp que son ciegos, sordos y mudos.

Hay que estar verdaderamente ciegos, sordos y mudos o vivir en Narnia, país del imaginario oficialista donde todo funciona bien y existe felicidad total que hasta llegamos a tener la iniciativa de crear un viceministerio de la Suprema Felicidad, cuando todavía la renta petrolera permitía despilfarrar, malgastar y regalar millones de dólares en una inusual carrera de parecernos al Robin Hood moderno que soluciona los problemas a otros cuando aquí ya gestándose estaban creciendo para toparnos hoy con ellos en nuestras propias narices cuando, por ejemplo, abrimos un grifo y no sale agua sino aire. O que la recurrencia diaria de los apagones, bajones o debilidad de voltaje provoca la destrucción de esenciales artefactos electrodomésticos que debemos arrumar en cualquier rincón del hogar, porque es imposible llevarlos a arreglar o adquirir otros por sus altos costos, cuando la realidad es que a la familia venezolana lo que le ingresa por la condición laboral de alguno de sus miembros sólo medio alcanza para la compra de alimentos. Que decir de jubilados y pensionados burlados y estafados cuando durante 25 o 30 años cotizaron al Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, IVSS, como trabajadores públicos o privados para que hoy la recompensa sea el pago de pensiones de hambre y miseria. Otro ejemplo fue lo sucedido con el fondo de pensiones y jubilaciones de PDVSA, donde la mano peluda de la corrupción le robó a estos venezolanos, —muchos hoy fallecidos esperando justicia— el dinero para pasar sus años de descanso sin problemas para alimentarse y tener seguras medicinas y atención sanitaria.
Y pensar que estos venezolanos en la IV República eran privilegiados dentro del universo de pensionados y jubilados en la PDVSA que de ser una de las primeras empresas del mundo hoy es sólo el recuerdo que en otra época éramos felices y no lo sabíamos.

Gasolina, gas natural, infraestructura y dotación de insumos hospitalarios, centros de enseñanza de primaria, secundaria y universidades públicas, efectivo monetario, inflación, servicio telefónico, alimentos, medicamentos,  y transporte público, entre otros, son también parte del inventario del lidiar de todos los días de quienes aquí seguimos, porque salpican la tranquilidad de zulianos y venezolanos que envejecen y hacen brotar prematuramente arrugas y canas por igual a hombres y mujeres. 


Y cómo el Sol no puede ser tapado con un dedo y era de esperarse que hay que echarle la culpa a otro sin asumir la propia, la vicepresidenta Delcy Rodríguez atribuyó que el deterioro de los servicios públicos es producto de las sanciones impuestas por Estados Unidos, la Unión Europea y otros países.

«Nosotros hemos mostrado y vamos a seguir mostrando cada prueba de cómo el bloqueo criminal ha impedido que Venezuela acceda a las bombas de agua. Por escrito lo dicen no podemos suministrarles piezas para el mecanismo eléctrico del sistema de bombeo de agua por las sanciones de la OFAC”, expresó.


Agregó que “cada día” van a ir mostrando las cartas y correos electrónicos “donde distintas empresas de Europa y Estados Unidos se niegan a comercializar con Venezuela por las sanciones”. afirmó.


Aseguró que mostrarán las pruebas del saboteo eléctrico de 2019.


“Vamos a mostrar las pruebas de cómo fue el sabotaje eléctrico en 2019 que el pueblo tenga claridad, conciencia de como estos desalmados criminales (…) sabotearon los servicios públicos”, señaló.


Sin embargo, afirmó que el Gobierno tiene que solucionar estos problemas y prometió que lo hará, aunque no detalló un plan para llevarlo a cabo.

Pero, la otra verdad es que contrariamente a la versión oficial, venezolanos y zulianos sabemos que los bajones, apagones y fluctuaciones del servicio eléctrico inició nuestro calvario en 2009, después de lo cual el jefe de Estado, Hugo Chávez Frías, anunció una multimillonaria inversión en el Sistema Eléctrico Nacional, SEN, que al final del camino migajas de la inversión cumplió su propósito, otras obras fueron pagadas y no edificadas, otras canceladas y levantadas a mitad de camino. Mucho de ese dinero fue desviado a través de desaguaderos corruptos y pasaron a cuentas y bolsillos de funcionarios altos y medios que nunca explicaron razones. Nada grato es recordar lo sucedido en marzo de 2019 —ya el malvado Donald Trump estaba en la Casa Blanca— cuando durante cinco días de nuestras vidas,  que han debido ser para la mayoría los peores y mas eternos en este plano terrenal, nos quedamos sin luz, a oscuras,  sudando a cántaros y sin aliento. Desde ese día hasta hoy mucho o poco ha cambiado la calidad del servicio que el oficialismo atribuye al llamado bloqueo del malvado imperio. Y en cuanto al suministro de agua potable, el catire Trump también arrasó con los créditos y no precisamente le lanzaron bellos piropos, sino maledicencias revolucionarias por promover el “bloqueo económico”. No obstante, zulianos y marabinos sabemos lo que es esperar que llegue agua por tuberías o que cuando llegue cruzamos los dedos para que su color sea limpio y cristalino y no una barata imitación de papelón, pero HIDROLAGO será la víctima y nosotros sedientos usuarios de otro servicio que no funciona. Un llanero diría eso “camarita son cuentos de camino”.

En contraste, aunque pueda provocarnos tristeza y dolor no tener aquí a seres queridos que huyeron un día, el pecho se nos infla de orgullo —como decía Don Pedro Colina— cuando leemos que un ingeniero venezolano en un astillero chileno destaca por su profesionalismo. Asimismo enorgullecernos  del éxito de médicos, músicos, periodistas, publicistas, reposteras, estilistas, maestros, docentes universitarios, enfermeras, veterinarios, abogados, cheff, técnicos en refrigeración, electricidad, maestros panaderos y de obras civiles, delivery, choferes y hasta quien le toca, sin ser universitario, ganarse la vida de Sol a Sol y al final del día sabe que su calidad de vida es mejor a la que dejó atrás en la Venezuela “revolucionaria” del Siglo XXI.

José Aranguibel Carrasco