José Aranguibel: ¿Hay que recuperar el voto el 21N?

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“La libertad es lo único que no se puede tener si no se está dispuesto a darla a los demás”, Juan Miguel Ávalos

No hace quien quiere sino quien puede dice el refranero popular muy a propósito del deshojar de margaritas que a algunos tiene pensando si vota o no este 21N siguiendo las consejas de los guerreros del teclado y de radicales extremistas que prefieren más bien endosarle un cheque en blanco a la Revolución del Siglo XXI para que continúe destruyendo, saqueando y arrasando a Venezuela cuando dicen querer a la patria de Simón Bolívar, que en verdad es de ellos y de nosotros también, pero eso sí, los antielecciones más rancios lo hacen unos dentro y otros fuera muy lejos del suelo patrio, desde la comodidad del teclado, sin ofrecer una solución distinta a la vía del voto a no ser el seguir soñando con fantasías violentas, desembarcos al estilo de Rambo u otros métodos de fuerza que han develado más de una vez un fracaso de estrategias cuando de las equivocaciones los resultados han sido los muertos que en su mayoría los ha puesto por decenas la juventud venezolana y el problema sigue y continúa en Miraflores.

Quien suscribe estas líneas respeta el derecho ajeno de quienes no deseen ejercer su derecho a votar, pero lo inaceptable es que equivocados o no, sin pretender calificarlos en uno u otro sentido, lo intolerable es que se abroguen poseer la verdad absoluta y cual tribunal inquisidor quieran convertirse en jueces y dueños supremos de la verdad que sólo a ellos les asiste y los equivocados son los miles de hombres y mujeres que desde que sale y se oculta el Sol llevan la procesión por dentro soportando angustias, estrés y necesidades por la carestía de los alimentos, la híperinflación, la falta de efectivo, la inseguridad personal, la carencia de todo en los centros de salud públicos, con un sistema educativo atrasado, abandonado y en el piso, o la destrucción de electrodomésticos por los incontables apagones y bajones que rebasaron a Corpoelec. Además de la escasez de agua potable que Hidrolago adorna con mentiras, embustes y mamaderas de gallo a una población sedienta y/o andar como zombies de cola en cola y de estación en estación procurando gasolina, en un país donde irónicamente el petróleo brota de la tierra y el gas natural lo queman mientras padres y madres a empujones y golpes tienen que abrirse camino cuando tienen que adquirir y renovar la bombona para elaborar la comida. Quizá desde hoy mismo a este servidor lo echen en el cesto de los llamados “alacranes” cuando de lo que se trata es del futuro de un país y no de cuidar parcelas de poder y menos hacerle inmerecidas carantoñas a la ineficiencia gerencial del oficialismo, donde más de uno en el Zulia anda desde ya como el tipo que va por un camino oscuro silbando, rezando y encomendándose a Dios por temor a lo desconocido, que en nuestro caso tiene que ver con la creciente intención del electorado de asistir el 21N a votar para cambiar lo malo de lo más malo que le ha sucedido al Zulia en su historia política. En una palabra es preguntarse y estar de acuerdo con que la peor diligencia es la que no se hace.

Mucha historia de elecciones en condiciones adversas han celebrado otros pueblos del mundo contra oponentes civiles o militares —izquierdistas o derechistas— que un buen día secuestran y se apropian del poder político y olvidan la alternabilidad o creen ser seres especiales enviados por la Divina Providencia a atornillarse en la silla presidencial pese a ser malos gerentes, embusteros compulsivos y un fraude electoral despreciados hasta por quienes algún vez en ellos creyeron y hoy los aborrecen por ser víctimas y padecer los mismos problemas de la población en general, menos aquellos del alto gobierno, dirigentes de primera línea o los panas y amigotes que no sufren ni lloran, sino más bien saborean las mieles y bondades del poder como buenos “revolucionarios”.  En nuestro caso no está muy lejos el 2015 cuando la elección parlamentaria de la Asamblea Nacional desnudó el mito de la invensibilidad de la maquinaria oficialista. Más bien pulverizado, vuelto polvo cósmico, quedó el eslogan de los 10 millones por el buche que ratificó que cuando los factores sociales opositores están unidos y hay deseos de sufragar, la voluntad de la gente no la desvía, detiene o pospone nadie, muy a pesar de intimidaciones, uso y abuso de recursos del Estado y ofertas electorales que la gente termina por no creer ya que no han significado una mejor calidad de vida cuando pasar de la evaluación de pobreza a pobreza en extremos tocó la puerta de millones de hogares en nuestro país, según dictámenes demasiado serios de agencias adscritas a la Organización de Naciones Unidas, ONU.

Errores, claro, los ha habido. Dirigentes opositores a lo largo del tiempo han tenido desconectada la lengua con el cerebro y han llevado a toda una nación al borde del abismo tras decisiones que después hemos tenido que lamentar cuando la “línea” es no asistir a procesos eleccionarios como en 2005 a la Asamblea Nacional o más cercana en 2018 por la contienda de la silla de Miraflores o en diciembre de 2020 cuando hubo la oportunidad de ganar la mayoría en la Asamblea Nacional, pero se alegó y denunció la no existencia de condiciones mínimas electorales, según voceros de organizaciones de arraigada lucha democrática, que prefirieron no acudir y ese espacio lo asumieron Henry Falcón, el pastor evangélico Javier Bertucci y aspirantes a diputados, lo que derivó a lo interno y externo que más de 50 países desconocen la legalidad del gobierno actual “ganador” de esa contienda.

No creo mucho en que los venezolanos nos califiquen de que somos de “memoria corta” cuando el caso es que olvidamos rápido. Sin embargo, como no es malo ni hace daño, es bueno saber que en 2006 —el 3 de diciembre— fueron celebradas elecciones presidenciales entre el desaparecido presidente, Hugo Chávez Frías, contra el entonces gobernador del Zulia, Manuel Rosales Guerrero, quien si bien no resultó ser el triunfador, su actuación y desenvolvimiento demócratico despertó en el electorado interés, importancia y trascendencia sobre el valor del sufragio en ese día histórico después que los venezolanos despertaron de un aletargamiento y desinterés a raíz de los  sucesos posteriores a la asonada militar tras la renuncia de Chávez Frías y su posterior vuelta a Miraflores de manos de miembros del Ejército a la cabeza de su compadre el general Raúl  Isaías Baduel en el 2002. Rosales asumió el compromiso que previamente derivó de una selección a través de estudios de opinión donde además fueron medidas las preferencias por Julio Borges y el desaparecido Teodoro Pectkof. Un año antes nadie contrario al gobierno deseaba que le hablaran de elecciones. Nada fácil era la tarea para la oposición venezolana y Rosales sabía que él no era sólo el contendiente contra el jefe del golpe de Estado contra CAP en 1992, sino que el líder zuliano enfrentaba todo el poder de un Estado —ministerios, BCV, Tribunal Supremo, Asamblea Nacional, etcétera— en la figura de Chávez Frías quien se impuso finalmente con el 64.84 por ciento de los votos. Fue una confrontación en desigualdad de condiciones que sin embargo no paralizó al electorado. El año siguiente Venezuela fue escenario de otra confrontación gobierno-oposición en la recordada jornada cuando los venezolanos dijeron no a la Reforma Constitucional que desencajó y provocó un tsunami en las filas del gobierno por una certera derrota que le inflingió la oposición que ya se había encaminado en la construcción de una ruta electoral. El referéndum  fue una propuesta sin éxito hecha inicialmente por el presidente Hugo Chávez luego ampliada por la Asamblea Nacional roja-rojita con el objeto de modificar 69 artículos de la Constitución de 1999, entre los cuales, estaba la intención de declarar a Venezuela un Estado socialista.

Así las cosas este 21N es una fecha en la que los alcaldes, concejales y diputados a los Consejos Legislativos tienen frente a sí una decisión de vida en relación con prolongar la agonía de un país que ya ha visto a familiares, amigos o conocidos hacer maletas y salir de la tierra que los vio nacer a otras latitudes buscando una mejor calidad de vida o contribuir en la construcción de una senda electoral democrática que más temprano que tarde le devuelva el derecho de vivir en un país hoy destruido, arrasado y sin segregación política. 

José Aranguibel Carrasco