Hugo Delgado: La izquierda violenta y autoritaria

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El ex alcalde de Bogotá,  Gustavo Petro, fue filmado recibiendo dinero (entre 29 y 25 millones de pesos) de un contratista y ex militante del movimiento guerrillero M-19, Juan Carlos Montes,  quien luego manejó en su gestión municipal, varias obras públicas en la Unidad de Mantenimiento Vial entre ellas el contrato directo de $11.800 millones de pesos para tapar huecos.  También fue acusado de estafar a la ciudad con el alquiler de unos camiones de aseo urbano totalmente deteriorados que fueron presentados por los medios de comunicación como la solución ideal, lo cual motivó su destitución por parte de la Contraloría General de la Nación. Gracias al pacto con el entonces presidente Juan Manuel Santos (2010-2018), con miras a su reelección, varias investigaciones por corrupción fueron engavetadas y se suspendió la sanción que lo inhabilitaba políticamente por 15 años.

Además, es gestor de las violentas manifestaciones que sacudieron a Colombia en plena pandemia y generaron destrucción y muerte entre 2020 y 2021, una línea de acción aprobada en el Foro de Sao Pablo realizado en Caracas-Venezuela (2019) para atacar gobiernos que afectaran los intereses de la izquierda. Esta información no es secreta, el público puede consultarla en el sitio www.forodesaopablo.org y constatar los temas de discusión, los grupos y personajes asistentes (por Colombia son asiduos participantes Gustavo Petro, Piedad Córdoba y el expresidente investigado por financiamiento del narcotráfico, Ernesto Samper).

Su labor frente a la Alcaldía de Bogotá fue corrupta y caótica, evidencias que cuestionan su moral y capacidad para manejar los asuntos de Estado y temas históricos como la violencia, la pobreza y la desigualdad social que arrastra Colombia. Sin embargo, los datos electorales indican que es favorito para ganar las elecciones presidenciales de 2022, a pesar del evidente apoyo (incluyendo el financiero) del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

Otro asunto reciente está  relacionado con Andrés Manuel López Obrador. Luego de llegar por la vía democrática  a la presidencia de México en 2018, su gestión está impregnada de contradicciones, incompetencia en materia de asuntos de Estado y corrupción, en abierta confrontación con Estados Unidos de América y buscando liderar  la devaluada izquierda del continente, junto al presidente de Argentina, Alberto Fernández.  Ahora – dice el escritor Diego Fonseca- AMLO decidió mostrar el “amor de la izquierda por el autoritarismo de cuates: recibió con honores a los autócratas Miguel Díaz-Canel (Cuba) y Nicolás Maduro (Venezuela)”.

Aprovechando el encuentro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac-2010) celebrado el 16 de septiembre 2021 en la capital Ciudad de México, el mandatario quiso mostrar a los dos dictadores como las estrellas del evento, e imponer una agenda dirigida a sustituir a la Organización de Estados Americanos (OEA), intenciones que no se dieron porque los presidentes de Uruguay, Luis Lacalle Pou, y Paraguay, Mario Abdó, y políticos opositores, intelectuales y demócratas mexicanos y de otras partes del continente se lo impidieron.

Lo que ocurre en Latinoamérica es un fenómeno universal. Luego de la caída del Muro de Berlín (1989), al sistema democrático se le olvidó renovar sus bases de participación y de sus organizaciones partidistas,  prestó poca atención al cumplimiento de las promesas permitiendo que la corrupción y los intereses grupales prevalecieran sobre los generales; tampoco se preocuparon por establecer nuevas formas de pensar para responder a los asuntos locales, nacionales e internacionales. Sin embargo, tienen un gran aliado: la libertad que pregona y sirve para la confluencia de distintas formas de pensamiento e ideologías, lo que le da mayores posibilidades futuras.

Zygmunt Bauman (El País 9-01-2016), profesor de la Universidad de Leeds (UK), advierte sobre el peligro que representan para la democracia la pérdida de confianza,  la desigualdad creciente , el descrédito de la política y la visión nada idealista de lo que ha traído la revolución digital. En su obra “Estado en crisis” califica la situación actual como de “gran incertidumbre”. Por otra parte  indica: “La creencia es que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes”.

En “La izquierda conservadora” (The NYtimes 20-09-2021) el escritor Diego Fonseca critica al mandatario mexicano, López Obrador, y la izquierda continental: “El siglo XX y las dos décadas del actual han dado suficiente evidencia: salvo excepciones, la izquierda latinoamericana no ha sido democrática sino autoritaria. La amplia mayoría de la izquierda jamás se preparó para gobernar, apenas para llegar al poder. No ha generado propuestas de crecimiento, solo de redistribución de la pobreza. No piensa el futuro desde el presente, vive pertrechada en un pasado rancio, encerrada en dogmas desde los que pontifica con superioridad moral”.

Vistas las experiencias de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, Fidel Castro, su hermano Raúl y ahora Díaz-Canel en Cuba, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolívia (con algunas excepciones en materia económica), y el caso de Petro,  Fonseca prosigue: “Este es el elefante en la habitación del que no hablamos: la izquierda latinoamericana es de derecha. Cuando debió demostrar de qué estaba hecha, en los primeros veinte años del siglo XXI, mientras gobernaba buena parte de la región, probó que gusta de los gobiernos fuertes, descree de los acuerdos y no tiene imaginación cuando se queda sin dinero”.

Leídas las reflexiones de Fonseca y Bauman,  es deducible la complejidad de construir soluciones en un continente latinoamericano plagado de resentimientos, aspiraciones revanchistas y violencia; con fórmulas fracasadas de vieja data, no producto del diálogo y discusión de ideas,  y con dirigentes obsesionados por el poder y no para buscar soluciones a los  graves problemas de desigualdad social, en un contexto local y universal . 

En Los malos ángeles de Venezuela (22 de marzo de 2014), el profesor de la Universidad de Harvard, Ricardo Hausmann explica esa incapacidad de la izquierda de  plantear propuestas a la sociedad y tener éxito: “La ideología de la violencia se basa en el concepto marxista de que el camino hacia el progreso es la lucha de clases. Para seguir adelante, se inculca odioen ‘el pueblo’ hacia las clases enemigas –premisa que lleva a la conclusión de que un gobierno que dialoga con el enemigo es o débil o traidor a su clase”. Esta reflexión unida con la de Fonseca y las críticas de Bauman permiten dimensionar lo acontecido con Petro en Colombia, la barbarie de Chile y Ecuador (2019), la represión cubana y venezolana,  y lo que está sucediendo en la Nicaragua de Daniel Ortega.

@hdelgado10