La tranca para que de la mesa de negociaciones entre el régimen dictatorial de Nicolás Maduro y la oposición democrática venezolana, reunidos en México bajo el auspicio del reino de Noruega y otros países, salga una decisión satisfactoria para resolver la grave crisis que a todos los niveles vive el pueblo venezolano, está en la naturaleza del regimen.
Este es un gobierno autoritario y despótico, características que le imprime la ideología castrocomunista que ha puesto en práctica, primero con Hugo Chávez, y luego su sucesor, Nicolás Maduro.
No olvidemos que ellos tenían previsto tomar el poder por medio de la violencia que es «la partera de la historia» (máxima comunista), porque no creen en democracia, y de allí sus prácticas de aniquilamiento de las instituciones que soportan todo sistema de libertades públicas. Fueron dos frustrados y sangrientos intentos de golpe de estado: 14F y 16N del año 1992 durante los cuales murieron oficiales de la Fuerza Armada, soldados y civiles que estaban muy inocentes de lo que se fraguaba y fueron blanco de los ataques desmedidos de los insurrectos.
No pudiendo lograr el objetivo por la respuesta contundente de los sectores institucionales de la FAN y el arrojo del Presidente Carlos Andrés Pérez, entonces buscaron la vía electoral, pero sin abandonar sus resabios comunistoides.
Este cronista siempre calificó a Hugo Chávez y a quienes lo acompañaban en su asesina aventura de cometer un fraude con el pueblo venezolano y con el mundo democrático y civilizado. Mintió hasta la saciedad ocultando su ideología y prometiendo llevar al cabo, de triunfar en elecciones , una democracia participativa y protagónica.
En programas de opinión internacionales fue capaz de afirmar que en un gobierno suyo lloverían las inversiones extranjeras y nacionales, que respetaría la propiedad privada y las instituciones democráticas, entre otras mentiras, y finalmente calificó a Fidel Castro como un dictador.
Todos conocen la historia. Se echó a los brazos del castrocomunismo al punto de permitir una invasión silenciosa de mercenarios cubanos que han tomado control de instituciones muy sensibles del estado venezolano y comenzó a regalarle dinero a manos llenas a los asesinos dictadores Castro.
Embistió contra la empresa privada nacional y contra las inversiones extranjeras confiscando predios privados de todo tipo que quedaron destruidos con el paso del tiempo. Estos rezagos de la historia es necesario refrescarlos para poder explicar la posición que tenemos con respecto a lo que resulte de esa mesa de negociaciones en la ciudad de México. Estados Unidos, la Unión Europea, los países democráticos del continente y más allá, han solicitado claramente que de esa mesa tiene que salir la determinación del régimen de que se realicen elecciones presidenciales y parlamentarias, habida cuenta que los comicios presuntamente ganados por Maduro y los de la AN, de data más reciente, tuvieron como base el fraude y el desconocimiento de la voluntad popular al ser convocados al margen de la Constitución y las leyes.
Estos vándalos creen que Venezuela es de ellos para ponerla al servicio, como lo han hecho de las peores causas, como el terrorismo internacional y los gobiernos comunistas como los de Cuba y Nicaragua, amén de su entrega a los comunistas chinos y soviéticos. En consecuencia no van a brindar posibilidades que sean desplazados del poder y para ello harán cuanto sea necesario para evitarlo.
De hecho, todo el mundo democrático está consciente que Maduro jamás ganaría unas elecciones presidenciales con un pueblo empobrecido y pasando hambre en más de un 80 por ciento de la población, que no tiene acceso a servicios públicos fundamentales como el agua potable, electricidad, transporte, y otros que han venido quedando colapsados en el azaroso camino de este triste revolucion.
Y más consciente de esa gran verdad se encuentra el régimen que encabeza Maduro. En México los comunistas dictadores que representan a Maduro, no van a aceptar que se acuerden elecciones presidenciales ni parlamentarias en el corto plazo porque saben que es el fin de este bodrio revolucionario que ha destruido a Venezuela, y apelarán a las manidas excusas de una constitucionalidad que manejan a su antojo y utilizan para justificar sus excesos.
Esa será la nueva patada a la que ya están acostumbrados a darle a las anteriores mesas o intentos de negociación cómo hicieron en Santo Domingo y en Trinidad-Tobago, y después salen culpando a la oposición con sus mentiras. Todo para ganar tiempo.
El régimen podrá permitir que sean derrotados en unas elecciones regionales si llegara a darse una votación masiva como la del año 2015 en las parlamentarias ganadas ampliamente por la oposición.
Ya verán como desconocen la voluntad popular en lo que son duchos, nombrando ilegales protectores y saboteando las gestiones de los mandatarios de oposición y cuanta trampa o tramoya puedan montar. Pero no van a brindar la oportunidad que sean aventados del poder por el pueblo venezolano a punta de votos democráticos, dando las facilidades que no es otra cosa que las garantías que están taxativamente establecidas en la Constitución y las leyes.
Mientras tanto hacen todo lo que pueden y está a su alcance para promover la abstención como único escenario en el que sus candidatos a Gobernadores, Alcaldes y Concejales puedan obtener figuración, pues no hay un país democrático en el mundo donde un pueblo agobiado por el hambre, la enfermedades, la falta de acciones gubernamentales, colapso de servicios públicos y de hospitales, pueda brindar apoyo al régimen causante de su tragedia. Este régimen y su conductor o chófer, son como la fábula del alacrán y la rana.
Emiro Albornoz León/ Periodista. [email protected].