Alberto Barboza: Negociar no es un pecado

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La mayor desgracia de la oposición ha sido el desprestigio a los ojos de la mayoría de los venezolanos, el cual se debe, no solamente a las pésimas estrategias asumidas en el pasado, sino, a su penetración por parte del gobierno, la misma fue infiltrada, pero al lado de los infiltrados, que afortunadamente están identificados, se encuentran un grupo sin intereses supremos en los cuales privan los particulares. Esta nueva generación de políticos ha carecido de la estatura y de la condición de estadista, que si exhibió la generación que la antecedió, y sin esas prerrogativas se ha visto enfrentada a un fenómeno, hasta ahora desconocido en la política venezolana, la inteligencia cubana, que data de una memoria tecnológica de más de medio siglo. Este hecho explica mucho de los desaciertos de la oposición legítima, sin embargo, no justifica su falta de asertividad.

Como era de esperarse el nuevo proceso de negociación entre el gobierno y la oposición que se ha iniciado el pasado agosto en la ciudad de México, ha generado la esperada polémica entre los actores que conforman la oposición venezolana y los efectos a ella. El sector de la oposición no creyente asegura que este proceso es uno más al igual que los anteriores que terminara por favorecer al gobierno, y el otro sector creyente alberga la esperanza que este proceso será el verdadero hito en la transición de la barbarie a la democracia.

Es importante destacar que todo proceso de negociación tiene básicamente las siguientes características: primero; dos partes en conflicto, es decir, los negociadores, que tienen visiones, expectativas e intereses diferentes sobre una misma realidad o situación, de allí parte la necesidad de negociar, segundo; el método de negociación que se elija y tercero el resultado esperado.

Respecto al método, básicamente todos contemplan dos etapas: la preparación de la negociación y la negociación como tal. En la etapa de la preparación, las partes definen lo que se conoce como la PMF (Posición Más Favorable) ella contempla los objetivos de la negociación y la estrategia a seguir. Los objetivos generalmente son de tres tipos, de menor a mayor importancia están los objetivos (G) que son los que a las partes les gustaría conseguir, los objetivos (P) los que pretenden obtener y los objetivos (T) los que se tienen que lograr. En este orden de ideas, el gobierno seguro tiene como objetivo (T) el levantamiento de las sanciones, que entre otras cosas les proporcionaría la posibilidad de acometer populistamente los próximos procesos electorales repartiendo “Cajas Clap de Tipo Premium” para ganar votos condicionados. Por su parte, la oposición tendrá como objetico (T) un macroproceso electoral para renovar todas las autoridades del estado.

En la etapa de la negociación propiamente dicha, las partes presentan sus propuestas, analizan, discuten y seguramente renunciaran a ciertos objetivos menos relevantes, defenderán a ultranza los que consideran vitales y hasta podrían hacer combinaciones intermedias. Finalmente, todo proceso de negociación puede terminar siendo un éxito o un fracaso, para que sea un éxito ambas partes tienen que llevarse logros a su casa, es decir, ambas partes deben salir ganando, de lo contrario, sería un verdadero fracaso, y se fracasa cuando las partes se levantan de la mesa y suspenden el proceso, o si alguna parte se impuso a la otra y se llevo todos los trofeos, lo cual sería un despojo, una humillación y el conflicto se agravaría. La ganancia compartida es lo correcto, es lo que debería ocurrir para calificar el proceso de exitoso.

Indudablemente que el resultado de la negociación podría tener repercusiones políticas interesantes. En el supuesto que fracase, la oposición creyente quedaría muy mal parada en la percepción del venezolano y perdería mucho estatus, siendo la oposición no creyente la que al final tenía razón, sería el momento propicio para el reemplazo de liderazgos y la oposición no creyente protagonizaría la nueva etapa del proceso de emancipación. Pero si la negociación termina siendo un éxito, la razón estuvo del lado de la oposición creyente, seguiría jugando un rol importante en la transición y en la dirección del destino democrático del país, mientras que por su parte, la oposición no creyente quedaría fuera del juego político por un tiempo.

Lamentablemente, en el caso que la negociación termine siendo un éxito donde ambas partes ganen en los términos descritos, un subsector de la oposición no creyente, los que nunca están de acuerdo con alguien y con algo, siempre va a encontrar argumentos para descalificar el proceso, en el sentido de los logros que el gobierno necesariamente tuvo que haberse llevado. Ello solo es producto de una falta de conocimiento gerencial y de un “Enanismo político” sin precedentes que también ha contribuido en llevar el país a la situación actual.

Alberto Barboza

Economista. Mcs. Banca y Finanzas. Coach en Liderazgo, Planificación y Productividad

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