José Aranguibel: ¿Pateo la mesa y qué?

949

“El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar.” Juan Miguel Ávalos

Bravucón, guapetón, jetón y fanfarrón era un amigo de la infancia que a la hora de jugar metras y no tener de su lado la razón y el respeto a las reglas de ganar limpiamente, respondía a lo “arrecho” haciendo leva y llevándose a toda carrera las pequeñas esferas de vidrio que fue un pasatiempo de los más divertidos tiempo atrás, pero en el presente no se trata de juegos sino de un tema demasiado serio para Venezuela en relación con la insoportable crisis social que sufre, golpea y maltrata a los venezolanos al extremo que muchos han huido y están en cualquier rincón del mundo y otros que estamos en el país, seguimos expectantes el llamado a elecciones anunciadas por el Consejo Nacional Electoral, (CNE) para el próximo 21 de noviembre, cuando corresponda ratificar o cambiar a gobernadores, alcaldes, diputados estatales y concejales. Esa actitud del amigo de años cae como anillo al dedo con el escenario electoral, porque las últimas noticias sobre el tema dan cuenta que el gobierno a través de algunos de sus voceros anuncia, en principio, tener disposición a ir a las elecciones dando un paso adelante, pero luego recoge y seguidamente patea la mesa y echa para atrás toda posibilidad de diálogo el mes próximo en México, al desatar acciones represivas contra figuras opositoras que pone en peligro la cita del 21N a decir de observadores dentro y fuera del país.

Sin embargo, todos estos pasos de los últimos días, según consideran analistas políticos, podrían tratarse de una estrategia echada a rodar desde Miraflores con el propósito de agrietar el diálogo con la oposición que poco a poco ha venido tomando forma y fuerza, —no muy del agrado del sector oficial—, porque del lado de la acera de los líderes de la Revolución Bonita están claros que con todo y las torpezas, además de los errores de estrategia que ha cometido, la fortaleza unitaria opositora poco a poco ha crecido en el terreno de las ideas y arrastra a distintos sectores de la sociedad y a millones de electores dispuestos a votar el 21N con lo que le propinarían una macroderrota electoral a los herederos de Hugo Chávez Frías, por el descontento social con los resultados de más de 22 años de gestión donde el trofeo que muestra cómo obra es una nación destruida, empobrecida y quebrada, donde la corrupción llenó bolsillos y cuentas bancarias de algunos revolucionarios, pero de hambre y miseria a más del 80 por ciento de los venezolanos.

Por algo la Iglesia Católica venezolana en boca de Monseñor Baltazar Porras ha advertido que “si no hay una capacidad de negociar, de sentarse con el otro, a pesar de las diferencias, lo que hacemos es hundir a los que están más necesitados”.
La Iglesia sabe que la capacidad de aguante y supervivencia de la mayoría de las familias está llegando a límites peligrosos por el derecho a una mejor calidad vida, por la pobreza extrema, inseguridad personal, mal funcionamiento de servicios públicos, desempleo, hiperinflación y la ausencia de un plan de vacunación masivo contra la Covid-19 que aligere la inmunización de millones de hombres y mujeres cuando la realidad es que a más de la mitad del 2021 sólo hayan sido inoculados algo más de dos millones de personas. Sin embargo, a pesar del revés que ha tenido el “diálogo” entre gobierno y oposición, estos últimos aferrados a lograr una salida electoral siguen echando el resto para lograr elecciones limpias y valorando el respaldo de gobiernos amigos, entre ellos, Noruega, que haga posible sentar en México en pocas semanas a sus emisarios con los representantes designados por el jefe de Miraflores, Nicolás Maduro Moros. Quizá el actual impasse no sea el último y tampoco el final de la intención oficial de quebrar el diálogo, porque en el fondo del asunto lo que se busca es llegar al 21N —llueva, truene o relampaguee— a elecciones con o sin sus pares opositores. Un “Plan B” estaría listo que vendría a “legitimar” ante el mundo elecciones “democráticas”en el país para lo cual la otra oposición más cercana al gobierno que han llamado los “alacranes” o los de la mesita, entrarían en escena a desempeñar su papel para lo cual ya poseen, sin muchos problemas, tarjetas y logos que les fueron secuestradas a autoridades originales de AD, PJ, Copei, VP y Bandera Roja, entre otros. Seguramente y no por arte de magia estos aliados habrán de contar con recursos contantes y sonantes para sufragar los gastos propios de una confrontación electoral. También en ese lote de secuestro de tarjetas y logos que cumplirán igual misión están Redes, MEP, Tupamaros y Patria Para Todos que eran dirigidos por “camaradas patria o muerte” pero que en determinado momento contrariaron a los líderes de la Revolución del Siglo XXI y cayeron en desgracia, arrebatándoseles la dirección de esas organizaciones de izquierda.

El café está servido y lo que resta de ahora en adelante es que se cumplan los lapsos establecidos en el calendario electoral diseñado por el CNE, teniéndose una primera fecha clave, la del 29 de agosto, cuando deberán presentarse los candidatos a los cargos de representación popular. Por ahora este es el horizonte sobre el cual los distintos factores de la oposición deberán dirimir si participan o no en esta nueva cita electoral, pese a las fallas de origen del nuevo árbitro escogido por una Asamblea Nacional que no fue reconocida más allá de nuestras fronteras, después de las cuestionadas elecciones del pasado 6 de diciembre de 2020. Algunas facciones, sin embargo, incluidas las que respaldan a Juan Gerardo Guaidó Márquez en la llamada Plataforma Unitaria, están en deliberaciones sobre este nuevo escenario, después de haber apostado en bloque por la abstención en los comicios legislativos y, parcialmente, en las pasadas regionales y municipales de 2017, cuando la oposición ganó las gobernaciones de Mérida, Tachira, Nueva Esparta, Anzoátegui y Zulia, esta última donde Juan Pablo Guanipa ganó por más de cien mil votos y luego no quiso cobrar como dice el refranero popular tras lo cual el CNE llamó a un nuevo proceso y el oficialismo coronó la victoria, caracterizada por la poca participación de electores opositores que atendieron a llamados a la abstención que hoy debe pesarle a sus promotores.

José Aranguibel Carrasco