Ender Arenas: Yo soy un traidor

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En un principio me sentí mal, muy mal cuando me descubrí como traidor, me refiero a eso que pudiéramos llamar traiciones mayores, por ejemplo, mi fidelidad y lealtad al país y todo lo que simbólicamente viene anexado a la idea de amor patrio. No me refiero a otras, a las menores, esas que uno esconde por exceso de pudor.


Ese descubrimiento se me hizo conciencia en los días de fiesta patria así, desde muy pequeño acompañé a mis abuelos a colocar la Bandera en esos días en que celebrábamos el día de la independencia, la batalla de Carabobo, la del lago, las Queseras del medio, la de la Victoria, la de la Puerta, la batalla de Tinaquillo, la de Urica, en la casa de mi abuela se celebraba porque el novio de una tía era de allí, el inicio de la Campaña Admirable, la culminación de la misma campaña y la entrda de bolívar en Caracas, igualmente celebrábamos el nacimiento de Urdaneta, el de Bolívar, de Sucre, antes de Páez, etc.
De un tiempo para acá no he vuelto a ponerla y animo a mis vecinos a que no lo hagan.
Mis actos de traición llegan tan lejos que les confieso que no soy capaz de gritar los goles que “mete” la Vinotinto.


Y me hincha las pelotas los actos culturales del gobierno celebrando, escolarmente, las fiesta patrias, especialmente cuando el locutor oficia habla de la heroicidad de un ejército que no ha hecho otra cosa que hacer negocios con la gasolina, los minerales a estratégicos y gritar: Chávez vive… la patria sigue… socialismo patria o muerte.


Y terminó confesándoles lo que todo el mundo piensa y lo dice con la toma de una decisión que yo que me confieso como traidor no he sido capaz de tomar: irme del país o mejor dicho huir del país, tal como han hecho 6 millones de venezolanos: yo no quiero el país que tenemos, ese que todos decimos que es un “país que potencialmente lo tiene todo, incluida una de las reservas más grandes de petróleo en el mundo, hoy esté pasando hambre, tenga el sistema de salud colapsado, no tenga capacidad de producir gasolina” entre otros males que mortifican día a día, minuto a minuto, segundo a segundo, nuestro mundo de la vida.


Qué me tranquiliza? Bueno que la historia está llena de traidores necesarios: Judas por ejemplo, el gran traidor, sin el cual no hubiese habido crucifixión y sin esta no habría resurrección y sin esta no habría cristianismo.

Una traición mas terrenal, es la del Rey Juan Carlos de España quien traicionó la herencia franquista al pactar con Adolfo Suárez y con Felipe González una transición democrática que le diera viabilidad a España y que permitió que este país formara parte de la Europa moderna y democrática.


No, no quiero el país que ha creado el chavismo, no me gusta. Creo que a nadie le gusta. Así que les sugiero una gran traición colectiva, masiva, donde todos le demos la espalda a la Venezuela bolivariana y pensemos, rescatando lo que dos analistas franceses señalan en “Elogio a la Traición”: que La traición es la gran arma de los amigos de la libertad contra la tiranía. Que es ante todo una voluntad del pueblo. Que ella tiene sentido cuando arrastra a fuerzas representativas de vastos sectores de la sociedad y que es la forma superior de la decisión política cuando supera la cobardía.


Seamos traidores necesarios.