Efraín Rincón: México logró detener el aluvión

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Supporters attend a rally on the one-year anniversary of Mexican President Andres Manuel Lopez Obrador's election, in the Zocalo, Mexico City's main square, Monday, July 1, 2019.(AP Photo/Rebecca Blackwell)

Las elecciones mexicanas del 6 de junio nos dejan varias lecturas que deben analizarse con objetividad y con la profundidad que el caso amerita. Lo primero que debemos resaltar, es que la participación electoral se ubicó en 52.5%, 10% menos que la registrada en el 2018 (62.65%). A pesar de ser elecciones intermedias y en plena pandemia por covid-19, la participación no varió significativamente respecto al promedio histórico. La pandemia del covid-19 tuvo menor incidencia en la abstención electoral de la que esperábamos.

Otro dato de mucho interés es que Morena no pudo retener la mayoría absoluta, tal como lo revelaron las proyecciones de la intención de voto. Hasta el momento de escribir este artículo, Morena había perdido más de 50 curules, pasando de 256 a 200 diputados; la oposición quedó representada por el PAN, partido que experimentó un crecimiento de 32%, al pasar de 77 a 114 diputados; y, el PRI obtuvo 71 diputados, 23 más que en el 2018. Con esta nueva correlación política, queda claro que los mexicanos  votaron por un equilibrio político en la Cámara de Diputados, a fin de preservar los contrapesos institucionales que provee la democracia y la constitución. Esta nueva realidad política en el parlamento, obligaría al presidente López Obrador y a su partido,a recurrir a la negociación para dirimir temas de sumo interés para el país y para el proyecto de la 4T, habida cuenta que resulta imposible que Morena pueda reunir la mayoría calificada con el apoyode sus aliados, el PVEM y el PT, los cuales suman junto a Morena 277 diputados, faltando todavía 53 votos para alcanzarla.

Sin mayoría calificada se pone freno a reformas constitucionales que pueden afectar la institucionalidad mexicana, tales como la reelección presidencial, la reforma del INE y otros temas de significativa importancia. En definitiva, México frenó el aluvión en el Congreso, pero a nivel nacional le dio más poder a Morena, acrecentando la hegemonía política que obtuvo en el 2018,  al ganar 11 de las 15 gubernaturas en competencia y terminar gobernando 17 de las 32 gubernaturas del país, lo cual representa el 53% del territorio nacional.

 Estas cifras proyectan a un país que sigue apoyando el proyecto de la 4T pero está consciente, al propio tiempo, que son necesarios los contrapesos para evitar el autoritarismo que fácilmente se ejerce cuando se tiene todo el poder. De nuevo, le brindó la confianza al presidente López pero le restó poder en el parlamento; con lo cual podríamos inferir que, en esta oportunidad, gran parte de los mexicanos no firmaron un cheque en blanco al presidente y a su 4T.

De las elecciones del 6 de junio, se desprenden dos reflexiones básicas. La primera, las malas decisiones del gobierno tuvieron consecuencias en los resultados electorales, impidiendo que Morena obtuviera el triunfo arrollador esperado por el presidente y los dirigentes del partido. En democracia, el poder no es para siempre, permitiéndoles a los ciudadanos, a través del voto, tomar decisiones que contribuyan a retomar el rumbo perdido. La segunda reflexión es pensar que Morena ganando perdió. Los resultados están a la vista, sigue siendo la primera fuerza política de México y aun dispone de recursos suficientes, como por ejemplo el poder, para mantenerlo en los próximos años.

La disyuntiva que se les presentó a los mexicanos el pasado 6 de junio, se mantiene después de las elecciones; por el momento, pareciera estar a salvo la institucionalidad democrática del país. Le corresponde ahora a la oposición, especialmente al PAN, ejercer su rol fundamental en la política mexicana con inteligencia, unidad estratégica y visión de largo plazo, de tal manera que las mayorías lo perciban como un partido con opción real de poder para el 2024.

Para que ello se transforme en realidad, le corresponde a la oposición asumir los grandes desafíos de la democracia mexicana, ahora mayores que antes de la pandemia. Es vital que la oposición mexicana lidere una nueva narrativa confiable, convincente y que conecte con la sociedad, especialmente, con los más vulnerables, a fin de quitarle la bandera de la justicia y la inclusión social a la izquierda populista que pretende apropiárselo. Hasta tanto la oposición no construya un mensaje alternativo al de la 4T, capaz de convencer y emocionar a la gente, que la deslastre del pasado funesto que Morena quiere endosarle, resultará más difícil el inicio de un cambio político para el país. El mensaje no puede ser una reacción a lo que haga o dice el presidente; el mensaje debe ser propositivo, proyectar que la oposición está en capacidad de hacer mejor las cosas, con garantía de un buen gobierno, como lo ha hecho en varios estados de la República.

El desafío mayor es preservar la libertad y fortalecer el sistema democrático, en un ambiente que promueva la unidad nacional y la participación ciudadana,  teniendo como norte los supremos intereses del pueblo mexicano. De ese tamaño es el desafío que tiene frente a sus ojos la oposición democrática mexicana.

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)