Sin exagerar, hay momentos en que los países se juegan el presente y el futuro. El próximo 6 de junio es uno de esos momentos para México. La elección de ese día no es una más de las tantas que han tenido los mexicanos. En esta oportunidad, la disyuntiva será votar para fortalecer la democracia y la institucionalidad republicana o votar por un sistema político basado en el autoritarismo personal de un líder que cree estar por encima de la Constitución y de las leyes. ¡Mucho cuidado! porque está en juego nada más y nada menos que la libertad de México en todas las áreas del quehacer humano. Podrían dar un salto al vacío y perder todo lo que han logrado para construir una democracia imperfecta, pero al fin y al cabo perfectible con la participación responsable y comprometida de dirigentes y ciudadanos.
La democracia se fortalece con base a acuerdos entre los actores políticos que permiten reunir el mayor nivel de consenso posible, en torno a decisiones y políticas públicas con alto impacto para la sociedad. Estos acuerdos se producen dentro de procesos de negociación –entendida como el arte de la política– en el que las partes ventilan sus propuestas y posiciones para seleccionar, finalmente, aquellas que reflejen un mínimo de entendimiento. Ello supone un juego en el que los actores deben perder algo para obtener una ganancia que satisfaga una parte de sus aspiraciones iniciales. Sólo en regímenes autoritarios, el líder supremo gana todo a costa de las pérdidas de la sociedad.
En las democracias occidentales, el centro natural de las negociaciones políticas lo constituye el poder legislativo; en el caso de México, el Congreso de la Unión es una de las instancias donde operan los contrapesos y equilibrios institucionales para garantizar que el poder ejecutivo desarrolle una gestión apegada a la Constitución y a las leyes, preservando los intereses supremos de la República. Esa labor de contraloría y fiscalización es fundamental para proteger la libertad, la pluralidad de ideas y el robustecimiento de la democracia.
En estos tiempos difíciles y de mucha incertidumbre, por el bien de México y de la democracia, es necesario elegir un Congreso más equilibrado, con una nueva correlación de fuerzas políticas que representen legítimamente la vasta pluralidad mexicana; es necesario que prevalezca el sentido común y la grandeza de México, por encima de intereses de líderes y de grupos políticos; hoy en día es vital la unidad de México. Esto será posible si lo mexicanos votan el 6 de junio para que Morena no obtenga la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, evitando la tentación autoritaria y populista que se cierne sobre el país, y con ello la polarización, el odio y la división social, letales para el futuro de la sociedad.
Seguir comparando la realidad mexicana con la de otros países, por ejemplo Venezuela, no tiene caso por aquello que nadie escarmienta por cabeza ajena. Cada nación tiene sus propias particularidades, su historia, así como los mecanismos para superar las crisis o, por el contrario, anclarse en el pasado que le cierra el paso a los cambios que está experimentando la humanidad entera.
México, al igual que el resto del mundo, tiene frente a sus ojos grandes retos y desafíos que exigen el involucramiento y participación de toda la sociedad. Con absoluta responsabilidad puedo afirmar que los problemas del país, agravados por la pandemia del covid-19, no podrán resolverse con las ideas y la visión de un solo hombre acompañado por un partido cuyo principal propósito es acatar obedientemente las decisiones, directrices y hasta caprichos de su único líder, sin importar las consecuencias que ello pueda acarrearle al país.
México necesita reactivar la economía para generar empleos productivos y de calidad; ello supone un ambicioso plan basado en la confianza y en la certeza jurídica para impulsar las inversiones nacionales y extranjeras y fortalecer las empresas privadas, generadoras de siete de cada diez empleos mexicanos. También requiere de voluntad política y decisiones firmes, ajenas a la impunidad, para minimizar el clima de violencia que ha aumentado peligrosamente en los dos últimos años; necesita también de una política de apoyos sociales orientadas a sacar de la pobreza a millones de familias, fomentando el emprendedurismo y la iniciativa individual, y no convertirlos en programas utilitarios y asistencialistas que profundizan la dependencia de los ciudadanos con el Estado, cuando lo que hace falta es más ciudadanía y menos control estatal.
Estos y otros retos podrán enfrentarse con una oposición que tenga influencia real en la toma de decisiones y en la elaboración de leyes, que estén al servicio de un proyecto nacional que represente a todos los mexicanos y no a una parcialidad que, como Morena, pretende convertirse en la hegemonía dominante. Para ello es necesario que los mexicanos hagan uso del voto útil que garantice los equilibrios y contrapesos que tanta falta hacen para preservar la democracia como el sistema político y de vida de los mexicanos. Hago votos porque el 6 de junio gane México, gane la libertad y gane la democracia.
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)