“En los sistemas democráticos se requerirá la política para procesar, para metabolizar, los lógicos conflictos del pueblo.” Loris Zanatta
Admito que yo sufrí una gran equivocación al creer en ese aforismo popular que dice: muerto el perro, se acabó la rabia. Pensaba que muerto Chávez sería fácil acabar con sus lamebotas y seguidores. Pues no, el perro murió pero ya la rabia se había extendido en el cuerpo social. El odio contagió a mucha gente, y el engaño para ocultar la corrupción, el saqueo y la ineptitud tomó una fuerza inusitada entre la desorientada población. Una gran mayoría asumió la mentira como algo natural de los gobernantes, mientras se podía sobrevivir. Todavía hay mucha gente que cree en los embustes del régimen, unos por necesidad, otros por miedo, los más por conveniencia.
Hoy, de acuerdo a una reciente encuesta de Meganálisis, la gran tragedia que vivimos es que a pesar de que el 80.3% de la población, convencidos por sí solos, quieren que el chavismo y el madurismo dejen el poder inmediatamente, que el 80.7% considera que el diálogo y los acuerdos entre chavistas y opositores no solucionaría la crisis y el 85.9% no apoyaría un gobierno conformado por chavistas y opositores, no tienen otra opción que seguir recogiendo las migajas que arroja el régimen, mientras los portadores de la rabia nadan en la opulencia, por carecer de un liderazgo que canalice apropiadamente su descontento.
En mis reflexiones considero que la unidad en Venezuela tiene características muy propias, casi inéditas, porque a pesar de que todos nos sentimos responsables por ella, ninguno parece tener la autoridad moral para lograrla. Lamentablemente tenemos una generación de políticos en competencia cuyos conflictos personales la democracia no puede resolver en estos momentos y por otro lado, un grupo de delincuentes aferrados al poder, con la ayuda de una pandemia sobrevenida, cuyas terribles ejecutorias no han sido suficientes todavía, para atemorizarlos y obligarlos a la cohesión y a la unión como necesidad imperiosa para lograr la libertad a la que aspira todo ser humano.
¿Qué hacer en estas circunstancias?. Porque además, los cerebros hackeados votan y ese método ya se usa para vendernos políticos e ideologías, según dice Harari. Aunque nos parezca fantasioso, creo que hay que seguir lo que él nos apunta: “necesitamos luchar en dos frentes simultáneos. Debemos defender la democracia liberal no sólo porque ha demostrado que es una forma de gobierno más benigna que cualquier otra alternativa, sino también porque es lo que menos restringe el debate sobre el futuro de la humanidad. Pero, al mismo tiempo, debemos poner en tela de juicio las hipótesis tradicionales del liberalismo y desarrollar un nuevo proyecto político más acorde con las realidades científicas y las capacidades tecnológicas del siglo XXI.” Yo agregaría una tercera: Porque se trata de nuestra sobrevivencia. Y tenemos que hacerlo por que lo que se nos ofrece, en lugar de nuevos modelos políticos,son restos empaquetados del siglo XX o incluso de la edad media. De allí la importancia de la educación porque según un estudio del Tecnológico de Monterrey, es esperanzador constatar que para los alumnos la educación es el motor de cambio social y para los profesores el fundamento de la educación es el aprecio por la diversidad humana.
Neuro J. Villalobos Rincón