“Chivo que se devuelve se desnuca”, reza el refrán popular en Venezuela, pero hasta el momento esa lección no parece ser la real para el régimen chavista de Nicolás Maduro. Agobiado por la crisis económica, política y social, el gobierno ilegítimo trata de mostrar un país normal, con tiendas de lujo exhibiendo las mejores marcas, autos de alta gama, inversores nacionales e internacionales que ahora se alían con su ilegítima gestión para sacar su tajada de las más de 1300 empresas expropiadas y quebradas durante sus 21 años de inepta y corrupta gestión.
Basado en la mentira como política, el chavismo que antes se vanaglorió de su lucha contra el imperialismo y el sector privado, ahora vuelve su cara hacia aliados corruptos que robaron grandes cantidades de dólares por la vía de Cadivi o privilegiados contratos en la “época de las vacas gordas” , y empresarios centrados en los “negocios son negocios”, para reactivar cerca de 700 empresas expropiadas rescatables, quitándose de encima la responsabilidad económica de mantener una burocracia improductiva: plantas procesadoras de granos, café, lácteos e insumos agropecuarios.
Pero esta respuesta no es circunstancial, escribe José A. Gil Y. (Versión Final 10-02-2021): “Está en graves problemas que desestabilizan al régimen por su desconexión con la población; por tener que ganar elecciones tomando ventajas y apostándole a la abstención, hechos que agravan el rechazo internacional y predisponen a más sanciones; y porque ha provocado una emigración masiva que también activa a los países receptores en su contra. Ahora necesita cambiar su modelo económico y al empresariado para que lo haga; pero sólo mientras el empresariado tenga la empatía de mantenerse dentro de su agenda económica”.
La revolución creció bajo la “ingesta de petrodólares”, malversó y permitió el robo a manos llenas, de empresarios, banqueros y politiqueros de oficio, a cuyas cuentas en paraísos fiscales ingresaron miles de millones de dólares. Pero el tiempo, como siempre sucede en la historia, se encargó de derribar el mito y muestra a un régimen pragmático que hoy entrega las mismas empresas que expropió y quebró, para tratar de reactivar su productividad y detener la caída libre del Producto Interno Bruto.
El último episodio de la gesta revolucionaria fue demostrar que las sanciones de Estados Unidos y otros países son las culpables de su fracaso. La relatora especial de la Organización de las Naciones Unidas, la bielorusa, Alena Duhan, quien es funcionaria colaboradora y no está adscrita al organismo, enfatizó en ellas para tapar el desastre de dos décadas de gestión. Se le olvidó evaluar el impacto criminal que la corrupción tiene sobre la sociedad, el futuro de los niños y jóvenes cuando no se invierte en la infraestructura física y tecnológica en escuelas y universidades, por ejemplo, se falla en los programas de alimentación que inciden en la salud física y mental de la población, o cuando se abandonan los hospitales y no se suministran los insumos médicos y los pacientes mueren en la desidia.
Su objetivo era evidenciar que factores externos y no internos, afectan la compra de alimentos, medicinas, gasolina, la calidad de los servicios públicos y a las propuestas económicas del régimen, cuando toda la población –desde hace años- sabe que esos insumos no existen en los hospitales, que el Clap adolece de periodicidad en la entrega y calidad, y solo sirve para enriquecer a personajes como Alex Sabb, detenido actualmente en Cabo Verde, que el tráfico de combustibles en la frontera es para llenar los bolsillos de políticos y militares adeptos al chavismo y surtir a los narco guerrilleros que manejan los laboratorios de procesamiento de heroína y cocaína en la zona y que los lineamientos económicos carecen de fundamentos.
El informe Duhan solo dará un respiro al régimen, al igual que la devolución de las 700 empresas quebradas que pasarán a gestiones privadas, porque el problema en Venezuela es político, y su injerencia en el resto de los componentes de la sociedad es un hecho que solo se revertirá en la medida que se vuelva al cauce institucional y el respeto del imperio de la ley. Los empresarios ahora contactados por la ilegítima Asamblea Nacional aprovecharán la oportunidad de ganarse unos dólares o asumir un rol más protagónico, y eso implica cambiar su doctrina empresarial basada en la cultura rentista petrolera, de lo contrario girarán sobre el mismo error histórico que los llevó al fracaso.
Más por necesidad que por verdaderos deseos, el régimen entró en una nueva fase: El capitalismo salvaje. El mismo se expresa con la entrega de las empresas expropiadas y quebradas a sus cómplices, matando de hambre (la pobreza ronda el 80%) a un pueblo engañado con bonos, cajas de clap, falsos logros, normalidades inexistentes y una anárquica dolarización; queriendo emular el aparente éxito del sistema comunista chino, fundamentado en la liberalismo capitalista, fracasará porque esta experiencia es única y solamente existe allí.
Ante el nuevo escenario, Gil Yépes opina que al abrirse un proceso de conversaciones con el régimen, la oposición y los empresarios tienen que evaluar las experiencias anteriores y definir una ruta que vaya hacia el cómo se gobierna. Implica prepararse para ser verdaderos actores y asumir roles activos diferentes, y negociar reformas económicas por sanciones –por ejemplo-, trasladando –posteriormente- esos logros al terreno político-social, con el objetivo de presionar para recuperar el pluralismo y la democratización del país. Es un momento complejo pero interesante para sacar a Venezuela del atolladero.
@hdelgado10