Sobre los hombros de un bello ángel partió a las tierras de Apolo. Y en inmarcesible luz se convirtió casi a los cincuenta años.
Solitaria quedó tendida la tísica hoja del escritor durmiente, del insigne periodista. Sus infinitas capacidades colmaron los días de quienes tuvimos la dicha de compartir su inigualable amistad.
Hoy la noche es más oscura de lo normal. Tiñó de gris los enredados recovecos que conducen a la amplitud de una mente tranquila. Todo es turbio, el ambiente es alcalino.
Nos toca aprender a convivir con la inadaptada aceptación que yerra. No vale de nada fabricar excusas sin sentido. Se ha ido un gran hombre.
Sorteo los escollos presentados ante el sentido figurativo de estas tristes líneas escritas a su memoria. Pero, el dolor de la ausencia asfixia la maltratada razón que agoniza en el heroico intento.
Te veo en los cuentos de Horacio; te leo en los poemas de Becquer; te siento en el silencio envolvente que cubre mi alma y en su desdicha reciente.
Mi amigo, mi gran amigo… Pido al Creador te envuelva en sublime paz. Que desde ya puedas descansar de los estragos causados por el demoníaco virus que te expulsó de este plano y te ubicó en el lado negro de las estadísticas.
Recordaré las buenas pláticas, tus artículos aleccionadores, nuestras infantiles diferencias, el fanatismo por las Águilas y los deportes en general; la colección de música de los 80, el amor y la honra conjugados superlativamente por tu familia; el trabajo en equipo, la biblioteca virtual, tus maravillosas poesías y un sinfín de cosas que, inútilmente, podría sacar de mi mente y de mi corazón.
Si quedo en deuda contigo, te pido perdón por el intento fallido. Que la bendición de Dios te acompañe siempre, hermano querido.
Las letras venezolanas, específicamente las zulianas, han perdido a uno de los grandes exponentes de la generación de relevo.
Descansa eternamente…
Prof. Daniel Hernández Luengo
@danielovtsky