Todo empezó cuando en un país dónde nadie asumía la culpa de nada, el padre eterno de esta zozobra veintiañera asumió la responsabilidad de una intentona golpista. Una culpa que posteriormente triunfará en las urnas, gracias a la decadencia de un bipartidismo y la obstinación de un electorado que prefirió «un peor es nada» para dirimir su destino. Una decisión barata que saldría muy cara. Por cierto que el progenitor de esta criatura monumental nunca más admitiría ser culpable de algo y la cosa se volvió hasta hereditaria.
Digamos que al principio, la megarumba de la inoportuna casualidad de los precios petroleros más altos de la historia disfrazó esta comedia de las equivocaciones. Un derroche que llevó al olvido aquella frase del expresidente Luis Herrera Campins de administrar la abundancia con criterio de escasez. Ya en la miseria cotidiana, esta gente que todo lo hace al revés, terminó administrando la escasez con criterio de abundancia.
El canibalismo de Hannibal Lecter se ha quedado pendejo ante una revolución que se ha comido a propios y extraños. Era inimaginable que con tanto petróleo nos quedaríamos sin gasolina, que nos volveríamos un país migratorio. En los inicios de este calvario, recuerdo la lástima que sentí cuando me enteré que en Cuba ganaban 20 dólares mensuales.
Hoy en día me gusta refugiarme de la miseria cotidiana paseándome por los bodegones de productos importados y me imagino en el imperio con una nostalgia disminuida por mis aires en modo bolichico peatón, para que crean que tengo con qué.
Desde aquel ya lejano “por ahora” de la culpa originaria, hasta ahora nadie más ha admitido ser culpable de algo. Ni siquiera de la peor gestión gubernamental desde tiempos precolombinos. En lo que si hay un talento inocultable es en la invención de culpables para justificar tanta ineficacia e incapacidad. Guerras imaginarias y las sanciones que parece que las llevaron al pasado en el DeLorean de la película volver al futuro para sabotear a la revolución desde sus inicios.
Por aquí pasó hace unos días una relatora de la ONU o mejor dicho una cuentacuentos de la ONU que declaró a las sanciones como las culpables de todos los males que aquejan a nuestro país. Además entregó un cuestionario a la contraparte política del país con preguntas imparciales cómo está.
¿Cómo cree que esas sanciones, malucas, insensibles y apátridas están afectando la traída de alimentos y medicinas, los derechos humanos, la industria petrolera y el combate a la inseguridad?
@amossmith