Hugo Delgado: La responsabilidad moral en Venezuela

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“La política venezolana ha descendido a unas cotas de crueldad que resultaban inimaginables, incluso para quienes abrigábamos las más pesimistas expectativas en el lejano año de 1998”. (Laureano Márquez 1 de diciembre 2020)

El porcentaje de participación era la guinda de la torta: 30,5%. Para determinar el tamaño del fraude, había que esperar el mensaje de la nueva presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Indira Alfonzo, la reemplazante de la polémica Tibisay Lucena, quien acompañó varios de los fraudes electorales cometidos en estos 21 años de chavismo. El llamado de abstención de los cuatro grupos políticos mayoritarios fue parte de lo que se veía venir. Los votantes fueron movidos por la maquinaria oficial que utilizando los recursos públicos y las amenazas, sellaron la trampa alcanzando la mágica cifra de 4.2 millones de sufragios (68,4%) 1,2 millones menos que en 2015.


Los otros, los ilusos “opositores”, que todavía creen en el voto democrático como arma para luchar contra un régimen, sirvieron de ilusos pluralistas y se repartieron 1,9 millones de votos. Fueron seducidos por el poder del dólar y de ofertas beneficiosas que en nada favorecerán al país, solo mantendrán en funcionamiento el circo de una revolución entreguista, corrupta, ineficiente y delincuente, ya que el chavismo logró la mayoría absoluta con 185 curules. Van hacer parte del circo democrático de Venezuela, eso que llaman los analistas: democraturas.


El 6 de diciembre de 2015, la oposición ganó las elecciones legislativas con 7.728.025 (56%), obtuvo 112 diputados de los 167 curules, mientras que el chavismo sumó 5.625.248 (40%) y se adjudicó 55 curules; la abstención fue alta, sumó 686.119 votos. Fue la peor derrota para el régimen y una lección que les enseñó a no compartir el poder, por eso desataron una guerra legal y sucia, incluyendo la violación de los derechos humanos de los legisladores, la sanción judicial, el contrapeso de una inconstitucional Asamblea Nacional Constituyente. El error se contrarrestó con presión, de eso saben los cubanos, chinos y rusos, que en nada respetan a las democracias occidentales.


Cerrado el círculo viciado de las elecciones legislativas, el régimen ahora buscará la legitimación de sus actos. Sin embargo, este proceso lleva reflexiones interesantes, Venezuela fue testigo de calles y centros de votación solitarios, se sabía que el sistema estaba diseñado para hacer lo que el régimen y sus cómplices internacionales esperaban, abultar la cifra para mostrar un respaldo que ellos saben no existe: La sociedad está profundamente fracturada y rechaza al régimen. Los medios y organizaciones internacionales y nacionales y la gente común fueron testigos de este hecho mentiroso, y el chavismo sabe que la realidad fantasmal está ahí, lo persigue.


Pero más allá de cualquier especulación hay que entender el trasfondo social del mal que aqueja a Venezuela. Se peca por acción o por omisión. Hay arrepentidos, irresponsables que no aceptan sus fracasos. Dueños del poder que lo utilizan para el usufructo y la ostentación, sin importar los males y las muertes que causan sus acciones. Encantadores de serpientes que aprovechando sus posiciones engañan y utilizan su ascendencia social con fines personales. En este mundo de Dios hay toda clase de experiencias, personajes y realidades inocultables, reflejadas en una Venezuela devastada sin piedad y carente de todo principio de responsabilidad moral.

La responsabilidad moral en el sistema venezolano es mínima, los causantes de sus males, chavista o no, tienen un alto grado de injerencia en los ocasionados daños psicológicos, sociales y económicos. Muchos huyeron cuando presagiaron el desastre que se avecinaba y evadieron sus responsabilidades tras el arrepentimiento, el silencio o el escape cobarde.


En el criticado Estados Unidos viven torturadores, corruptos, funcionarios que directa o indirectamente permitieron las acciones destructivas, docentes y funcionarios públicos incumplidores de sus vitales funciones, empresarios deshonestos, habitantes que asumieron tibiamente sus responsabilidades ciudadanas. Los que huyeron con grandes fortunas gozan de lujos y propiedades en lugares exclusivos sin que el brazo de la justicia los alcance. Igual ocurre en España, Colombia, Inglaterra, Francia, Italia, Chile, Argentina, etc. La situación país no garantiza la vida que “merece su familia” y en su huída descapitalizaron a Venezuela porque corrieron a guardar sus dineros en sitios seguros.


Quienes fungieron como luchadores sociales o desempeñaron cargos públicos ahora irresponsablemente critican desde afuera, dan instrucciones e inducen a tomar acciones sin arriesgar nada. Esa mayoría que extraoficialmente suma más de 5 millones, se auto califica “perseguidos políticos”, en gran porcentaje, sin haber hecho nada por la patria. Asesorados por expertos leguleyos locales y norteamericanos –especialmente- crean expedientes risibles y mentirosos: rayaron sus carros y casas, tomaron fotos de marchas opositoras o de medios de información sobre la represión en sus vecindarios, ingresaron por la frontera mexicana y se entregaron en centros de reclusión de EEUU argumentando persecución política, o como dijo un conocido abogado: “Hubo chavistas que luego de robar crearon expedientes y hora viven el imperio”.


Lo impresionante es la cantidad de informaciones que circulan por las redes o en los pocos medios digitales que sobreviven a la censura del régimen, que ahora se sabe la hace con la empresa china EICC, del éxito de los venezolanos en el exterior. Si ese potencial, desconocido en muchos casos, se hubiera utilizado responsablemente para realizar bien su trabajo en las universidades, el sector salud, en las empresas públicas y privadas, Venezuela sería otra.


Muchos de los victimarios venezolanos que no mostraron un ápice de responsabilidad moral con Venezuela ahora critican, o prefieren no tocar el tema de la realidad local, se sienten “más gringos que los gringos”, muestran su opulencia por las redes, son exitosos y buenos trabajadores en todos los ramos de las actividades que hacen: medicina, ingeniería, educación, emprendimiento, tecnología, cultura, música. Solo en algunos países la mancha de la descomposición delincuencial de Venezuela expandió sus tentáculos para hacer estragos, creando mala fama: Colombia por su cercanía y facilidad para mantener sus operaciones delictivas, Ecuador, Perú, España y Chile, principalmente. En 2019 ese negro legado se mostró en México, Ecuador y Perú, en donde asesinaron a más de 41 mujeres, reflejando una escalada aterradora “trata de blancas” y xenofobia.


La necesaria “mea culpa” del venezolano debe llevarlo a asumir su cuota de responsabilidad ante lo sucedido. El sistema, el individuo y la sociedad lo permitió; el voto y el apoyo incondicional –por ejemplo- generaron consecuencias, que ahora muchos de quienes huyeron intentan justificar, ocultar u olvidar. Pero la huella está plasmada en ese país empobrecido, que muere todos los días, y muestra su incapacidad de respuesta para superar el moribundo modelo rentista petrolero y sacar del poder a un régimen irrespetuoso de toda norma legal civilizadora y todo principio humanitario.


La tragedia del país la refleja Márquez ( “El que no vota no come”, runrun.es 1-12-2020) recordando algunas frases que condensan la maldad del chavismo: “No importa que andemos desnudos, no importa que no tengamos para comer, aquí se trata de salvar la revolución”; “no vamos a sacar a la gente de la pobreza y llevarla a la clase media para que sean escuálidos, “vinimos a vengarnos”; “PDVSA es roja rojita”; “treinta años pido yo para esa jueza”. Del chavismo se podrán decir muchas cosas, pero nunca que no anunció sus verdaderos planes”. El tiempo se encargó de materializar cada una de estas expresiones, mostrando el espectáculo que este 6 de diciembre de 2020 se ratificó: el poder se hizo para monopolizarlo y no para compartirlo, como ocurrió en el 6D-2015.

Hugo Delgado-periodista
@hdelgado10