Hugo Delgado: Operación bolsillo

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Arruinada Venezuela y deslegitimado el régimen de Nicolás Maduro, ahora no queda de otra que robarse las últimas puyas. Es así como la Alcaldía de Maracaibo y el Seniat, por ejemplo, emprendieron una nueva misión: meter la mano en el bolsillo de los pocos negocios que quedan, para continuar el acostumbrado festín ineficiente y corrupto.

Son millones los que se cobran en impuestos y servicios contra viento y marea. Como enjambres perversos pululan sus funcionarios por las calles de Maracaibo y de todo el país, chantajeando  o cobrando servicios que no se prestan o cuanta parafernalia  fiscal se invente con tal de satisfacer la interminable sed de dinero (ahora en dólares) para mantener contentos a los aliados de turno. Igual se hace con la corrupta distribución de la gasolina controlada, en el Zulia, por la Gobernación y los militares, que para nadie es un secreto lo que ahí ocurre, porque lo hacen “ante los ojos de todos los dóciles consumidores”, que utilizando las redes sociales publican escandalosas escenas de tráfico de influencias y pagos dolarizados. Dinero y miedo hacen de las suyas.

Es la aberración  de un régimen de delincuentes y mediocres, soportada en la bayoneta, cuyos límites de perversidad no existen, haciendo que cualquier negociación, compromiso o norma, sea inútil porque no hay valores y mucho menos virtudes que fundamenten cualquier salida civilizada. Es la ilógica del delincuente que impide deducir su siguiente paso. No se puede derrotar algo que no existe, comentaba el fotógrafo Gustavo Bauer, recientemente, y en Venezuela eso sucede. El sentido de autoridad solo está para reprimir o cobijar  oscuros negocios relacionados con la corrupción, el narcotráfico o la extorsión.

El chavismo condujo a Venezuela al escenario salvaje de los llanos del siglo XIX donde se crió el héroe de Sabaneta de Barinas. Ya lo decía, el historiador comunista, Domingo Alberto Rangel, en su obra “Venezuela en tres siglos», al analizar los embates  del militarismo: “La realidad más constante para un venezolano  del siglo XIX, reiterada a diario,  fue la guerra civil con sus proclamas altisonantes, sus desfiles de las caballerías bárbaras, sus pillajes sin límites y aquella tropa aguardientosa que celebraba  la victoria vaciando la botella en una boca ávida. Esa estampa seguía a todo venezolano desde la cuna hasta la tumba… La guerra  era la única constante  sobre los horizontes de la sociedad venezolana. Ninguna  otra nación quemó  tantas riquezas, rompió tantas vidas, en un deporte loco y criminal como Venezuela en el siglo XIX”.

¿Qué cambió entonces? Los personajes, las modas, el contexto de la humanidad y las nuevas formas tecnológicas, pero la esencia humana sigue intacta, al igual que los discursos altisonantes contra el imperialismo, la amenaza de guerra civil si sale el chavismo del gobierno,  la defensa de la soberanía y la aspiración a ser potencia mundial. El espíritu del venezolano y su comportamiento ante el poder, mantienen la carga emocional: resentimiento, conducta sociópata y complejos. La nomenclatura chavista  no ha cambiado su actitud del siglo XIX ante el saqueo, la destrucción, la celebración ante el sufrimiento y la tropa (militares y cuerpos de seguridad) aguardientosa disfruta del sufrimiento que causan cada vez que cometen un acto de corrupción, llenan sus bolsillos, permiten el contrabando, facilitan la incursión de la guerrilla colombiana y reciben apoyo de los cubanos cuando torturan a sus conciudadanos, o comparten con terroristas y narcotraficantes.

Finalizado el festín petrolero que les daba a la nomenclatura, las gobernaciones y alcaldías, su pedazo de torta, a través de los presupuestos y proyectos financiados por el manirroto gobierno, ahora los pillos enfilan sus baterías contra el bolsillo de los pocos que realizan alguna actividad económica, muchos –también- corresponsables de la cultura facilista y especulativa que ahoga y mata a muchos desamparados venezolanos, que no tiene dolientes que los protejan.

Por eso el ilegítimo recurre al terror, al bate quebrado de la Asamblea Nacional Constituyente, para crear otro mamotreto legal llamado Ley Antibloqueo que busca terminar de saquear a Venezuela. Lo irónico del caso es que los mismos chavistas que están en la desconocida ANC también asisten a la legítima Asamblea Nacional, jugando al timbo y el tambo, para sabotear o aprobar instrumentos jurídicos que avalen los ansiados negocios internacionales congelados desde 2015, cuando perdieron las elecciones legislativas, derrota que  afectó el negocio de sus bonos de deuda con los cuales mantenían el gasto público y sus operaciones de  desnacionalización de Petróleos de Venezuela con sus aliados chinos, rusos, españoles, italianos e iraníes.

Ese “saqueo y destrucción” que refiere Rangel demuestra que el chavismo no cambió sus prácticas. La Venezuela del siglo XXI es muestra de la involución rojita: destrucción de Pdvsa, del sector agropecuario, de las empresas de servicios públicos (telefonía, gas doméstico, agua, electricidad), de la infraestructura vial, aeropuertos, puertos, petroquímicas, universidades, hospitales, colegios, ambiente, represas, empresas expropiadas, etc.

La situación se torna interesante en una año que presagia grandes sorpresas, porque si se dan las elecciones legislativas  del 6 de diciembre, las cuales ganará el chavismo obviamente porque ya la trampa la tienen montada, la reacción internacional  será desconocerla dado que fue convocada por un gobierno ilegítimo, y un  Consejo Nacional Electoral y un Tribunal Supremo de Justicia, que también lo son, A esto se une una situación económica precaria que ha llevado al desespero a un régimen necesitado de dólares que busca, con esta nueva ley,  atraer capitales e inversión extranjera, como si el papel y lápiz garantizaran la confianza del inversionista y la llegada de capitales.

Revisaba el SJ Arturo Sosa,  en “Democracia y Dictadura en la Venezuela del Siglo XX”, las causas de la debacle económica  del “Liberalismo Amarillo” (1899) y deducía: “Una falta de planificación; insuficiencias de capital, condiciones naturales adversas, una recesión general de la economía mundial y, sobre todo,  las circunstancias políticas  de Venezuela que paralizan  casi constantemente cualquier actividad empresarial”. En esencia, los factores internos variaron muy poco, incluyendo el comportamiento de quienes son los huéspedes de la Casa del Pez que Escupe el Agua, como calificaba a Miraflores, Francisco Herrera Luque. Se agrega la ineptitud gerencial y  la inocultable corrupción de la nomenclatura, la dinámica de la diplomacia internacional y los efectos  del virus chino Covid 19. Pero el chavismo evidencia que los planteamientos de Rangel y Sosa  se mantienen intactos en la dinámica histórica nacional.

@hdelgado10