Antonio Ledezma: ¿Por qué quiero vivir en democracia?

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Quiero vivir en libertad. Plenamente. Por eso apuesto a la democracia, sin titubeo alguno. La democracia es el sistema, con todas sus imperfecciones, que más se acerca a ese sentimiento. Quiero vivir siendo tolerante con quienes discrepan de mis ideas o criterios. Saber que debatimos sin creernos tener el monopolio de la verdad. Que no es posible tener respuestas para todo, de allí la necesidad de promover discusiones, no temer a las reformas, a los cambios, a la modernidad, a la necesidad y conveniencia de adaptarnos a las realidades que van apareciendo con el tiempo. Porque sólo contrastando razonamientos encontraremos la verdad, y que escuchar con respeto no significa claudicar ni renunciar a tú manera de pensar, ni que tengan que acatar lo que uno diga o sostenga.

Quiero vivir con el valor de admitir si estoy cometiendo un error, de ser capaz de reconocer cuando el adversario tiene razón, eso es convivencia, coexistencia y capacidad para remediar desencuentros sin que sea menester maltratarnos unos a otros.

Quiero vivir siendo solidario con el prójimo, sin poses ni especulaciones sobre el bien que se haga.

Me anima valorar y reconocer las iniciativas y emprendimientos de los demás. Quiero vivir siempre dispuesto a defender, sin miramientos, las virtudes de la democracia. Estoy listo siempre a poner en evidencia que la democracia es la mejor forma de vivir frente a los trasnochos de esa vieja izquierda que depende de consignas y retóricas dogmáticas. Que el comunismo sólo deja desgracias como las que padecen hoy los cubanos, nicaragüenses y venezolanos. Que el marxismo es una utopía anclada en ese irrealizable fetiche y esquema de «la sociedad perfecta, sin clases, sin explotados ni explotadores”.

Quiero vivir en un país donde exista una economía solidaria de mercado. Quiero vivir sintiendo que todos nos esmeramos en hacer posible el crecimiento económico de Venezuela. Deseo que el Estado sea reducido a lo indispensable, sin llegar a los extremos de los anarquistas que apuntan a su desaparición total. Tengo claro que no avalamos eso de que pueden existir mercados prescindiendo de la democracia, como también tengo claro que toda democracia lleva aparejado su mercado. Insisto, me inclino por el mercado libre, pero con un acento social. Que pensemos siempre en que crecer económicamente es tan importante como lograr el desarrollo humano. Que se busque el equilibrio de la balanza de pagos, pero también se piense en salarios justos y en una buena política de pensiones. Que se procure la eficiencia y la productividad como una obsesión.

Quiero vivir en un país donde sea posible crear buenos empleos, generar abundantes riquezas y consolidar un vigoroso sistema de protección social. En donde los niños tengan garantizada su educación temprana, también su incorporación a los siguientes ciclos de formación educativa con calidad. Que nuestros jóvenes emerjan de las aulas educativas con el título de emprendedores. Que existan guarderías y escuelas para que ni un solo niño deambule por las calles. Que las viviendas planificadas vayan suplantando los suburbios insalubres. Pensar en la ciencia y la tecnología sin dejar de pensar en las ciclos vías, en los parques de recreación, en el calentamiento global y en las secuelas que deja la violencia de genero.

Quiero vivir en un país que orille como parte del pasado su condición de rentista, que demostremos que podemos diversificar nuestra economía, recaudar impuestos, redistribuir los ingresos con una progresividad que permita la justicia de la que tanto alardeamos.

Creo que es posible controlar el gasto público y evitar endeudamientos que no se correspondan con una agenda y planes de gobiernos con una visión de corto, mediano y largo plazo. Creo que dejaremos atrás, bien lejos, el intervencionismo; que en vez de caudillos expropiando la propiedad privada, resplandezca la libertad económica; que en vez de dictadores pisoteando leyes, brille la seguridad jurídica; que en vez de asaltar fincas se les garantice a los productores agropecuarios la titularidad de sus predios, semillas certificadas, créditos oportunos, pesticidas, fertilizantes, precios justos con mercadeo, y que en vez de cerrarnos al mundo libre se imponga la apertura económica y comercial.

Quiero vivir en un país en donde sea un pecado capital incurrir en actos de corrupción. Que rendir cuentas sea la regla que se cumpla rigurosamente, que nada se haga en la opacidad, sobre todo cuando se trata de administrar dineros públicos.

Que se premie la honestidad y se repudie el latrocinio. Que el decoro, las buenas costumbres y la familia sean un símbolo real en la sociedad. Quiero vivir en un país en donde elegir sea una posibilidad que nunca este ni en riesgo ni en duda. Donde haya alternancia en el ejercicio de cargos públicos y no se admita la reelección indefinida. Que nunca jamás se sospeche de fraudes, de votos trucados, de compra de conciencias, ni de intimidaciones que atenten contra la libertad de conciencia.

Desde luego que todo este sueño seguirá siendo una pesadilla si no logramos cuanto antes el cese de la usurpación. Que estas ilusiones serán más bien quimeras si la narcotiranía continúa usurpando los poderes públicos. Por eso lo prioritario y urgente es salir de esas mafias.

@Alcaldeledezma