Junto a Emilio Lovera y la pieza “¿Emigrante yo?” logró conquistar los aplausos de las primeras diásporas de connacionales que salieron del país huyendo de la persecución, la represión, la inseguridad, el hambre y la miseria, sin percatarse que algún día la cosa también se pondría fea y difícil para su entorno. Desde el 2014 terminó convertido en uno de los 6 millones de exiliados.
Dámaso Jiménez
Manuel Amílcar Rivero Pulido nació en Caracas el 23 de julio de 1968 y de un chispazo se convirtió en el niño prodigio de la edad de oro de la televisión venezolana, compartiendo la fama y el rating junto a figuras como Tomás Henríquez, Jean Carlos Simancas, María Conchita Alonso, entre otros en los dramáticos de RCTV.
Con una larga trayectoria, una solida formación dramática y diferentes facetas a lo largo de su vida, Rivero ha participado en telenovelas, seriados dramáticos y películas del cine venezolano, sin embargo su mayor pasión ha sido la comedia, tanto en los shows televisivos como en los sitcom en directo con el público con grandes figuras estelares, lo que le ha permitido recorrer escenarios nacionales e internacionales por Latinoamérica, EEUU y Europa.
Todo iba bien. Vivir de la comedia no es un asunto fácil y Amílcar Rivero lo lograba junto a una generación de humoristas que se apropiaron de la escena nacional, hasta que los primeros teatros regentados por un gobierno militarista y autócrata y con escaso sentido del humor, comenzaron a cerrar todo acceso a los intérpretes de lo absurdo.
“Le cerraron las puertas al humor porque el humor siempre se ha metido con el poder y lo seguirá haciendo”, acota Amílcar para describir el intento de silenciarlos. Clausuraron sus presentaciones en teatros y hoteles, obligaron a las líneas aéreas a no venderles boletos para evitar su movilización por el país, después allanaron las salas donde presentaban sus espectáculos, colocaron grupos violentos para lanzarles piedras y hasta dispararles a la salida de los escenarios, no conformes con sembrar el terror los castigaron con el Seniat y los marcaron como “contribuyentes especiales”
“Los humoristas tenemos una gran resistencia y cualquiera que tu entrevistes de esta camarilla maravillosa que ha hecho humor en Venezuela en los últimos 20 años te dirá algo parecido”.
Su misma condición como hijo de migrantes canarios de los que llegaron hace mucho tiempo a Venezuela, terminó preparándolo sin querer para asuntos nada cómicos, como el trabajo duro, la batalla diaria en escenarios diferentes, la reeducación, el idioma y la activación del sentido de la incertidumbre, ese que te permite saber que todo puede cambiar de un momento a otro.
- ¿Cuándo decidiste salir del país y convertirte en otro migrante?
- En el 2014 tomé una decisión importante con mi esposa, en aquel entonces tenía una hija de 11 años y otra de 3 y me pregunté que podía ofrecerle a mis hijas en un país que no garantizaba ningún futuro viable para ellas. Lo que me dieron mis padres en Venezuela fue educación, valores, buenos modales y respeto, con eso en mi maleta me fui a probar mejor suerte. Pude irme a España ya que tengo pasaporte de la comunidad europea, pero como realizaba 4 giras al año de mi show en EEUU y uno para Europa, pensé que me iba a resultar un poquito más fácil movilizarme hacia los EEUU para comenzar a trabajar inmediatamente en lo que hacía. Entonces decidí tomarme un año sabático para hacer algunas presentaciones y estudiar un poco de inglés. En eso llevo 6 largos años y del inglés no he aprendido mucho, pero ya tengo un poquito más de léxico. No sé por qué uno termina pensando que la transición, y los cambios serán inmediatos.
- ¿Cómo fueron tus 2 primeros años en los EEUU?
- Cuando llegas crees que las cosas ocurrirán con la misma velocidad como te ocurrían las cosas en Venezuela y luego te das cuenta que eso no es verdad. Crees que la gente te va a ayudar, y no es que no te quieran ayudar, sino que cada quien está sumergido en sus propios problemas y buscando la manera de salir adelante. Así empiezas a comerte tus ahorros y a pagar más de la cuenta por tu inexperiencia. EEUU no es nada fácil para ningún migrante con los planes equivocados. Los 2 primeros años viví de los pocos shows que salían, hasta que llegó el momento en que se trancó un poco la cosa. ¿Y ahora qué? Me dije. Estaba inquieto porque me estaba comiendo todos los ahorros y todavía no había arrancado con lo que tenía previsto. Entonces comencé a buscar otros tipos de trabajos.
- ¿Cómo fue esta etapa de la migración para un comediante?
- En principio uno tiene que pasarse el swiche como migrante y hacer lo que tiene que hacer. Yo asumí esta nueva etapa de la migración como si fuera una telenovela. Te dan un libreto, te aprendes tu libreto, te creas un personaje y sales a la calle. Yo me fui por el lado de las ventas y uno como artista se vende al público, esa fue mi filosofía y me fue bien. No te niego que al principio fue duro porque vivía al día y prácticamente estaba en la calle, pero la comunidad venezolana me ayudó muchísimo porque ya me conocía. Lo primero que vendí fue tinte para el cabello para una compañía italiana que se llama Vitalis. De tintes yo no tenía ni idea pero como te dije, tienes que aprenderte rápido el libreto y a veces solo tienes 5 minutos para hacer tu rutina y vender. Después estuve en una compañía venezolana de purificación de agua por osmosis, y de eso ya conocía el procedimiento porque mi mamá desde España nos enviaba los filtros a Venezuela para el sistema que teníamos en mi casa. También me fue chévere, pero poco después cambiaron el concepto y no podía salir a la calle para no ganar dinero. Más tarde me contrató una compañía brasileña grande de alimentos y con ellos entré al mundo de los supermercados. Hoy en día trabajo para una empresa neoyorkina desde hace 4 años. Es un café que se hace en Nueva York desde los años 80, soy su principal distribuidor en la Florida, se llama “El Dorado Coffe”. Cuando arranqué teníamos solo 30 Sedanos y ahora estamos en los anaqueles de todos los Sedanos, Presidente, Bravo, Independiente. Acabamos de entrar a Walmart. CBS, CBSmax, Navarro y pare usted de contar, tenemos una cartera de 400 clientes, estamos creciendo poquito a poco.
- ¿Cómo ha sido tu contacto con los migrantes venezolanos?
- Cuando arranqué no habían tantos venezolanos en los supermercados, pero ahora estamos desplazando a otras nacionalidades en el rubro, por ejemplo Bravo es dominicano pero hay muchos venezolanos encargados; Sedanos es cubano pero hay muchos venezolanos trabajando allí, poco a poco vamos creciendo como una población migrante que le gusta trabajar, que crece y que se convierte en una fuerza interesante en los EEUU. Uno no debe perder nunca su sueño de trabajar en lo que a cada quien le gusta, pero es normal conseguir venezolanos que estudian ingeniería o física nuclear y trabajan en Home Depot, o son médicos y trabajan en un restaurant, o hacen Uber, pero si la persona es constante, rompe la barrera del idioma y logra abrirse paso, a la larga lo va a lograr. Creo que el venezolano por naturaleza es emprendedor, resuelve, es fácil de trato, dicharachero y busca la alegría para reír.
- ¿Un humorista jamás se deprime?
- Por supuesto, sobre todo cuando sientes que no sabes qué coño estás haciendo aquí, es natural, pero desde que llegué, entendí lo que tenía que hacer, me dije que este país no me iba a quitar la sonrisa, ni la manera de ser, ni las ganas de hacer reír a los demás; así que todos los días salgo con mi música a la calle, pensando en un nuevo chiste o en una situación, observando a la gente, capturando detalles para hacer un nuevo personaje, eso no para.
- ¿Y esos nuevos personajes los llevas todos al Chiringuito? Cuéntanos de la dinámica del humor en Weston…
- Yo vivo en Weston desde que llegué y siempre me sentí motivado e inquieto para juntar a la comunidad venezolana en esta zona de la Florida, hasta que una persona joven que no era venezolana, Alejandro López, me invitó a hacer un show en un local que recién había adquirido, pero que tiene 27 años en la zona. Todos los jueves hacemos humor desde Wings, para el proyecto buscamos una palabra que tuviera la letra “Ch” porque es una letra que siempre da mucha risa y los grandes programas de comedia lo saben, Cheverísimo, La Rochela, Chespirito, El Chavo, El Chapulín Colorado, y había que buscar una palabra con la letra “Ch”. El Chiringuito es un tarantín de playa muy usado en Cuba y en España, le pusimos ese nombre pensando identificarnos con todo el público latino pero luego nos dimos cuenta que el público venezolano es el que más necesitaba del humor, es más ávido a reír, está acostumbrado a pagar para ver a su artista. Comenzamos haciendo shows para 15 personas con Wilmer Ramírez, Juan Carlos Barry, Honorio Torrealba y mi persona, después ellos tomaron caminos diferentes y me encargué de todo, pero nunca desmayamos, luego ampliaron la sala para 140 puestos, hasta que vino el coronavirus. La pandemia nos frenó un poco este año, pero haciendo un recuento podría decir que he logrado cosas tan bonitas con ese Chiringuito, porque se concentró la comunidad venezolana, hasta surgió la idea de hacer una Casa Venezuela.
- ¿Crees que la pandemia cambiará la forma de hacer comedia?
- La pandemia cambiará muchas cosas en el mundo pero no las presentaciones en vivo. Cuando la TV tenía programas cómicos en Venezuela se convirtieron en la plataforma ideal para desarrollar el humor y tener un show. Eso cambió y se sustituyó con las aplicaciones por celular. La gente joven está más preparada para eso, pero en cuanto al show en directo, es más complicado, a uno le hace falta la reacción del público, eso de hacer humor por zoom suele ser tan frio y muy distante para los cómicos y el público. En un show en vivo debes tener contacto con la gente porque se trata de confrontar lo humano, eso no te lo da la tecnología. El cambio es un problema generacional. Cuando vas creciendo, tu público va creciendo contigo. Yo tengo 52 años, mi público se encuentra entre los 45 y los 65 años de edad. Si sigue pasando el tiempo ese público no va a pagar 5 dólares para meterse en un zoom, colocar un ID y la clave, para terminar viendo un show frio. Es mucho más complicado que un simple cambio tecnológico. Es cierto, la pandemia va a cambiar muchas cosas, pero el 11 de septiembre cambiaron las normas y los protocolos de seguridad en la manera de viajar, pero la gente siguió viajando. Esto pasará y cuando ocurra saldrá mucha comedia de situaciones sobre el distanciamiento social y esas otras cosas que vivimos.
- ¿Piensas regresar algún día Venezuela?
- La experiencia me ha enseñado que los venezolanos vivimos todo el tiempo en una montaña rusa de emociones, así que cuando me comentan una nueva noticia tratamos de darle 62 horas para ver que va a pasar. Con el tiempo te vas quedando y los hijos van creciendo. Nos va a pasar lo mismo que con nuestros padres, ellos un día regresaron a España y yo me quedé en Venezuela porque soy venezolano. Claro que sueño con regresar a Venezuela, por lo menos a pasar mi vejez allá, pero si no puedo pasar mi vejez, al menos quisiera visitar a mis amigos y todas las cosas que dejé allá intactas, me daría por satisfecho que aunque sea fuera de esa manera.
- ¿Qué le dirías a un joven migrante en los EEUU?
- Dos cosas elementales. Primero, respeta todo lo que te rodea. No importa la profesión que tengas, nunca debemos desmerecer el trabajo que actualmente realizamos, no somos los únicos, a lo mejor ése que ves arreglando un jardín es una celebridad en su país. Segundo, hay una máxima que dice, “Irte pero no hacerte”. Tú puedes venirte a los EEUU pero no puedes hacerte norteamericano, porque tu crianza y manera de ser son venezolanos, lo que quiere decir que una navidad sin hayaca no es navidad. No puedes perder la perspectiva, somos orgullosamente venezolanos. No podemos cambiar el mundo a nuestro favor, pero cambiemos nosotros a favor del mundo y hagamos un mundo más alegre.
@damasojimenez