Hugo Delgado: Le guste o no

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Dinero y poder hacen que la transición sea más difícil en Venezuela. Los últimos veinte años han demostrado que esa constante histórica impida que ese círculo vicioso, tan de boga en la cultura petrolera, termine de cerrar su ciclo. Aún en el “estado de anomia”, como lo define el académico chileno, Fernando Mires, que vive el país, la angustia y caos parecen no afectar su vida cotidiana.

Divide y vencerás (utilizando dinero y poder) es la fórmula aplicada por el chavismo para mantener inermes a militares, politiqueros de oficio llamados de oposición, muchos de vieja data con corruptos antecedentes cuando compartieron con “el partido” el poder, empresarios y banqueros eternamente enchufados, académicos llamados reivindicadores históricos y anti eurocentristas e inquietos comunicadores sociales (no periodistas como los definía mi amigo Pablo Bassim) ahora instalados confortablemente en algunos países de Latinoamérica, Europa o Miami, respaldados por gruesas chequeras, expertos en mover sus dedos en la redes sociales y divulgar sus oscuros intereses, sin importar el daño ocasionado y mucho menos el destino de Venezuela.

En diciembre de 2018 todo parecía que las triquiñuelas electoreras del usurpador de Miraflores, le permitirían controlar fácilmente el país. En enero de 2019, las cosas cambiaron en un abrir y cerrar de ojos. Con una jugada sorpresiva, apareció una figura poco conocida en el argot político nacional, irrumpe con una estrategia diferente desnudando las debilidades y los miedos del régimen, pero también desató sus demonios rojitos pues reforzaron sus actos coercitivos, autoritarios y corruptos.

Juan Guaidó, como diputado a la Asamblea Nacional por el partido Voluntad Popular, emerge como presidente del poder legislativo, e inicia el mandato provisional de la república luego del desconocimiento al reelecto presidente, Nicolás Maduro. Con el apoyo de Estados Unidos desata una escalada local e internacional de acciones de presión, que lo diferenciaron de sus antecesores, Henry Ramos Allup (Acción Democrática) y Omar Barboza (Un Nuevo Tiempo), estos últimos dedicados más a las denuncias estériles, al legalismo inexistente y a la amenaza retórica.

Le guste o no, a María Corina Machado, a los comunicadores sociales miameros y a otros denunciantes de oficio, Guaidó logró activar la presión internacional y creó una expectativa mayor de salida del régimen del ilegítimo, Nicolás Maduro. Ha transcurrido poco más de año y medio de su gestión, es lógico que ante una amenaza despiadada como la del régimen, con conexiones internacionales con el comunismo y el narcoterrorismo, su desgaste se sienta. Muchas de las expectativas se diluyeron en medio de falsas negociaciones, de protestas callejeras y de actos legislativos poco respetados en un país sin ley.

Estos profesionales de la oposición, muchos sin arriesgar un ápice de su pellejo, se han dedicado a plantear propuestas mágicas que no han llevado a ningún lado e invocan la intervención militar norteamericana como fórmula facilista para resolver los asuntos locales, con el mínimo esfuerzo, como si la inteligencia estadounidense no supiera de sus andares, compromisos personales, negocios y falta de voluntad para crear un plataforma unificada que permita enfrentar con éxito al régimen y construir la viabilidad de un gobierno post chavismo.

La situación tiende a complicarse, ahora que el régimen prepara unas elecciones para diciembre 2020, que le garanticen la esquiva legitimidad, con minipartidos sin arrastre, un Consejo Nacional Electoral (CNE) elegido arbitrariamente por el ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que también sancionó a las directivas de los partidos mayoritarios y las entregó a “comprados” miembros, ya seducidos por los dólares rojitos, tratando de endosar el apoyo de las bases votantes con una simple maniobra de “quita y pon”.

Igualmente, y tal como sucede en Cuba, la sociedad se mueve en un estado de desorganización social, con individuos aislados, como zombis producto de la falta o la incongruencia de las normas sociales. Añora lo expuesto por el SJ, Luis Ugalde (El Nacional 28 de julio de 2013): “En Venezuela, los tiempos de siembra fueron de júbilo –no de trabajo creativo- de felicidad y amor socialista…Con tanta alegría y encandilamiento, se dieron al baile y ahora en tiempos de cosecha, vivimos la tristeza, el vació y la frustración, pues los campos están yermos y la tierra reseca”.

La docente de la Universidad del Zulia, psicóloga Jenny La Rotta (citada en “El gobierno que no es”, del 25 de abril de 2020), al analizar la actitud nacional decía: “Es desesperanza aprendida, un proceso acuñado por Seligman, en el que las personas perciben que hagan lo que hagan, no tiene escapatoria a la situación. Al no encontrar salida, dejan de luchar y terminan por resignarse como medio de supervivencia. Por eso llevan la vida en Venezuela como si todo fuera normal”.

Estas características destacan en el día a día, cuando se habla arrogantemente de precios en dólares como nuevo símbolo de status, sin importar el ascenso despiadado del valor de los productos de primera necesidad, o cuando los habitantes de la burbuja caraqueña bajan al litoral a disfrutar sus soleadas playas para romper el estrés, o de sociopatas políticos que venden su conciencia dolarizada al régimen chavista (operación Alacrán financiada por el empresario colombiano rojito, Alex Saab), y aparecen en los medios de comunicación hablando de moral.

Les guste o no “el efecto Juan Guaidó” está ahí, con aciertos o no, con su criticada alianza con su gestor político, Leopoldo López, con la evidente mayor presión ejercida contra el régimen de Nicolás Maduro, un legado visible que lo diferencia de sus dos antecesores, Ramos Allup y Omar Barboza. Ha sido hombre de palabra y acción, a diferencia de personajes que lanzan propuestas mágicas, como María Corina Machado, sin explicar cómo hacerlas. Es el escogido por Estado Unidos, a pesar de la crítica de Donald Trump por su inexperiencia. Ha cumplido su rol de escudero. A lo mejor el ungido no aparece aún y está resguardado esperando su momento.

Hugo Delgado-periodista

@hdelgado10