Hugo Delgado: La batalla por Venezuela

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“El conductor de un pueblo surge cuando ese pueblo aún no está preparado y, otras veces, el pueblo está maduro para la acción creadora y el dirigente no aparece”. (José Martí citado por el poeta chileno Alberto Baeza Flores)

La batalla por Venezuela no es de hoy. Se remonta a mediados del siglo XX, cuando Fidel Castro y el comunismo internacional liderado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas del genocida, José Stalin, y la China de Mao Tse Tung emprendieron la gesta colonialista. Los países protagonistas son los mismos, los actores han cambiado por que se murieron, pero los objetivos siguen intactos.

Gracias al comunismo internacional, liderado por Fidel Castro, y sus cómplices intelectuales, militares y políticos, Venezuela se convirtió en una carrera de fondo, en la que se demostró la efectividad de una estrategia ideológica, psicológica y militar a largo plazo, en la cual perdió quien se confío en las bondades humanistas y de la vida democrática para alcanzar la paz, el desarrollo y la cohesión social. Las debilidades de la democracia son las fortalezas de sus adversarios. A esos creyentes filantrópicos se les olvidó, que los hijos de Carlos Marx, Vladimir Lenin y Mao, tienen –según el fundamento del marxismo- como norte imponer irreversiblemente la última fase histórica del hombre: el comunismo.

En eso creyeron y creen, por eso su guerra es permanente. El enemigo de la democracia es el comunismo. Rómulo Betancourt, entendió la dimensión de esa amenaza, y la combatió afianzando el imperio de ley, alimentando la formación social y el protagonismo ciudadano como aliado para contrarrestarlo, haciendo que los venezolanos asumieran con responsabilidad la construcción de su gestión pública.

Para las dictaduras de derecha y comunistas, los términos pueblo y nacionalismo son claves en sus guerras ideológica y psicológica. El comunismo internacional que penetró en Venezuela utiliza como eje de acción, la violencia, la sumisión y “hacen perder la costumbre de ejercer sus derechos y deberes políticos”, advertía el escritor español, Fernando Valera.

La intención de la “dictadura es establecer un régimen de tutela, abusivamente basado en la teoría de que son los pueblos eternos menores de edad, de que carecen de juicio y aptitud para regir los negocios públicos. Falaz teoría que menoscaba… y elimina la dignidad de la persona humana”. La crítica situación de Venezuela lo demuestra. Es evidente la alienación total de la toma de decisión pública y el manejo de sus recursos, situación que la llevó al colapso generalizado.

Esa reflexión de Valera, por allá en la década de los 60, está vigente en la Venezuela chavista ¿Cambió algo de la estrategia cubano comunista del siglo XX? Nada. Con milimétrica precisión, el comunismo internacional ejecutó a través de Cuba, y ahora reforzada con el Foro de Sao Pablo, su plan de convertirla en el pivote continental, por su importancia energética y geoestratégica, para expandir y replicar el desorden e ilusión de su modelo fracasado.

A caso la opinión pública no observó lo sucedido en 2019 en Colombia con las protestas desestabilizadoras de sus partidos Colombia Humana, Verde y el de los narcoterroristas de las Farc; y en Chile destrozando su emblemático metro, iglesias, comercios, vehículos, etc.; en Ecuador con la movilización de grupos aparentemente defensores de los intereses indigenistas manipulados por el ex presidente Rafael Correa; en Nicaragua con la masacre impune de manifestantes ordenada por Daniel Ortega; y en Argentina con el saboteo permanente del peronismo al gobierno de Mauricio Macri.

Al compás de las protestas, actuaron varias organizaciones activistas de los derechos humanos y la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, dirigidas por la socialista ex presidenta de Chile, Michele Bachelet. Criticaron e investigaron a las maniatadas fuerzas de seguridad de su país, Colombia y Ecuador, y justificaron las acciones de los violentos, desconociendo los derechos de los ciudadanos afectados por los aberrantes actos y el daño al transporte público en Santiago y Bogotá; de los propietarios de los negocios y la majestad espiritual de las iglesias, destrozadas y quemadas.

La crítica y la condena, como siempre, la hacen los comunistas infiltrados en el poder judicial y las organizaciones de derechos humanos locales e internacionales, hacia los actos institucionales adversos a sus intereses. Los millones de muertos del stalinismo en la extinta URSS, de la revolución cultural China, del Khmer Rouge de Camboya, los de la revolución en Cuba, o los de Daniel Ortega en Nicaragua, etc, son justificados por la causa revolucionaria. La aceptación expresa o silente la hicieron hasta intelectuales como los premios Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez (Colombia) y Pablo Neruda (Chile); o el escritor francés, Jean Paul Sartre; o de reconvertidos como el también Nobel, Mario Vargas Llosa (Perú).

Igualmente, por ejemplo, los medios de comunicación y el poder judicial denuncian, juzgan y condenan, a militares colombianos que combaten la guerrilla, por procedimientos justificados u otros no por la violación de los derechos humanos, pero las masacres de las Farc y el ELN, quedan –en su mayor parte- en el limbo y la impunidad.

La guerra psicológica y la guerra ideológica desatada en Venezuela, forma parte de un gran plan continental destinado a garantizar materias primas a la URSS y China, y la expansión de su hipócrita modelo comunista. En marzo de 1964, el poeta y periodista chileno, Alberto Baeza Flores, las denunciaba: “No sé si al llegar el año 2000 la América del Sur y del Centro habrán conseguido conjugar la revolución de las estructuras económicas, políticas, sociales, culturales y técnicas, que necesitamos llevar a cabo, sin que la libertad y el respeto pleno a la dignidad del hombre de nuestra América latina se vea disminuida…” o “… Será un super-Estado totalitario, orientado por el Partido Único con una nueva clase sierva de Moscú o de Pekín y con quinientos o más millones de siervos del Estado…” La observación de Baeza confirma lo que acontece hoy en el país y otras naciones vecinas.

En la década de los 60, los comunistas venezolanos del MIR y del PCV, apoyados por la Cuba de Fidel Castro y el Ché Guevara, fracasaron en su intentona guerrillera. Ahí sí hubo intento de invasión el 8 de mayo de 1967, por la playa de Machurucuto (estado Miranda). Desataron sus guerras ideológica y psicológica, explotando un falso nacionalismo, creando una quinta columna con las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), un grupo que quiso mezquinamente monopolizar los intereses y aspiraciones del pueblo, y que luego de su fracaso militar, penetró las instituciones democráticas hasta lograr, con Hugo Chávez, su objetivo de llegar al poder en 1999.

Al liderazgo venezolano hay que recordarles la importancia de “interpretar verdaderamente a su pueblo y ponerse al frente de él”, para ser la avanzada de sus sentimientos, anhelos e ideales, como decía Baeza; rodeándose de un equipo valioso, inteligente y que actúe (pensamiento y acción).

La amenaza cubano comunista consumió su plan perfecto de saboteo y permanente presión interna y externa a su democracia, desilusionándola y anarquizándola, dividiendo a su sociedad, engendrando en ella el miedo y el odio. Logro su victoria, favorecida por una dirigencia corrupta de AD y Copei, más preocupada por el control del poder, que en responder a las expectativas del país y mucho menos de comprender la amenaza del comunismo cubano y mundial, para convertir a Venezuela en el “pivote” del desorden en América Latina. Los hechos lo evidencian.

*Frase acuñada por el poeta y periodista chileno, Alberto Baeza Flores, en Hacia una mirada del año 2000: de Bolívar a Betancourt (revista Política marzo 1964)”.

@hdelgado10