Hugo Delgado: 27 y 4 F

646

La tarea irá más allá de los historiadores. Los venezolanos que han vivido los 20 años de revolución bolivariana, socialismo del siglo XXI, dictadura, militarismo o narcorégimen (como lo plantea Sebastiana Barráez –Infobae 28/02/2020- citando el informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la Organización de las Naciones Unidas 2019 en el punto 578 cuando refieren a la red informal del “Cártel de los Soles”), también tendrán que contar las vivencias en estos tiempos de chavismo, porque madurismo no existe, es un simple aforismo que inventan los analistas o en el argot popular para calificar a un personaje sin ningún sustento intelectual, que ha fungido como simple marioneta del régimen comunista cubano.

El legado está ahí. Celebrar el 27 de febrero de 1989 como el inicio de una gesta patriótica que desembocó en la nefasta intentona golpista del 4 de febrero de 1992, es caer en el error histórico de justificar los hechos bajo la lupa militarista que ya  caracteriza a Venezuela. Será entonces un ejercicio de reflexión que debe asumir la sociedad venezolana para determinar hasta qué punto esos actos de violencia civil y militar  favorecieron los cambios que necesitaba el país, que debían dirigirse más  hacia a reducción de los desequilibrios  sociales y establecer los fundamentos políticos y económicos que lo modernizaran, haciéndolo más productivo, diversificado, creativo  y sobre todo capaz de generar expectativas  positivas para las nuevas generaciones, sobre quienes recae la responsabilidad de construir el modelo que supere el rentismo petrolero.

Los indicadores están ahí.  El problema de la economía es que al final del camino los fríos números se imponen con todo y la manipulación oficial que quiere mostrar paz, armonía, estabilidad y amor, ante una realidad totalmente devastada por la violencia y la anarquía. En el caso Venezuela el país está destruido, hasta la invencible Petróleos de Venezuela (Pdvsa) cayó en desgracia. Los números de la  inflación, Producto Interno Bruto, exportaciones, gestión agropecuaria, etc, están en rojo. La improvisación, la corrupción, las expropiaciones,  la inseguridad jurídica y otras medidas aberrantes instrumentadas en los 20 años de chavismo, destruyeron los sectores generadores de riqueza y poco espacio dejan para vislumbrar un cambio de escenario.

Ahora se pretende mostrar de la noche a la mañana, un país milagroso, que busca normalizar (interna y externamente) a un presidente ilegítimo, corrupto y violador de los derechos humanos y de toda legalidad; grandes grupos de pobladores disfrutando de las playas del Litoral Central; una nación que ahora se enorgullece de sus bodegones abarrotados de productos importados; venezolanos con dólares en sus bolsillos (producto de la corrupción, el lavado de dinero y las remesas de los millones de inmigrantes que dejaron el país); y un sector comercial (más basado en la especulación y la usura que en la productividad).

Decía un galeno recientemente: “Me fui a Caracas huyendo de la paupérrima vida que teníamos en Maracaibo”, justificando así su cambio de residencia en 2019, luego de las numerosas crisis que afectaron a la población maracaibera, en materia de servicios, desabastecimiento y seguridad. La capital de la república, como históricamente lo ha sido, es la burbuja en medio de la devastación y muestra del antagonismo existente en Venezuela.

Esa cruzada histórica de comprender el hoy analizando el ayer, emprendida, entre otros, por el profesor de la Universidad del Zulia, Ángel Lombardi Boscán, permite dimensionar la vida de los venezolanos, a través de los hechos que le dieron forma al país. En su más reciente artículo señala que  “La historia es un campo minado de creencias más que de realidades. Así como Maracaibo no tiene estrella en nuestra bandera tricolor a Piar tampoco se le ha permitido el traslado de sus restos mortales hasta el mismísimo Panteón Nacional”. (Manuel Piar, Libertador de Guayana, Noticiero Digital 27 de febrero de 2020).

Una reflexión que permite desmontar la creencia oficial de mostrar el 27 de febrero de 1989 y el 4 de febrero de de 1992, como fechas que forman parte de una gesta militarista heroica que llevó a la nación a la construcción de esta gran obra que no tiene nombre definido. Un arroz con mango, que sirve para justificar los desmanes de un grupo usurpador del poder. En fin,  serán los historiadores, quienes en el futuro se encarguen de dimensionar la obra del comandante eterno, Hugo Chávez, cuyo accionar concluyó cuando se acabaron los petrodólares provenientes del bolsillo de su enemigo número uno: Estado Unidos; y que luego de su manipulada muerte, un limitado personaje intentó tomar la supuesta grandeza del desechado héroe de la izquierda latinoamericana, para continuar disfrutando de las mieles del poder.

Uno de los tantos errores de Hugo Chávez y sus secuaces fue no entender que son parte  de un proceso y que él llegó a la presidencia porque las condiciones políticas lo permitieron. Recientemente Carlos Alberto Montaner (Infobae 20 de febrero de 2020)  escribió al respecto “ese mundillo nuevo es incapaz de entender que ha llegado al poder gracias a quienes crearon el Estado de Derecho conforme a los valores republicanos: separación de poderes, libertades civiles, derechos humanos, constitucionalismo y el principio fundamental del sistema: todos los ciudadanos son iguales ante las leyes y están obligados a cumplirlas”.

No es suficiente cerrar medios de comunicación y censurar a quienes opinan lo contrario, porque al final del camino la verdad se sabe. Observen lo ocurrido con la crisis sanitaria generada en China por el Coronavirus, ni la arrogancia de aspirar a ser la primera potencia mundial, ni el fuerte control del partido Comunista sobre los medios digitales y tradicionales, taparon la crisis inminente descubierta por el doctor Li Wenliang: “Era el 30 de diciembre pasado y Wenliang sabía que lo que acababa de confiar a su círculo de médicos más cercanos podría costarle caro. Así fue. Cuatro días pasaron y fue citado a una central de policía donde lo acusaron formalmente de “perturbar el orden público” con sus comentarios… “falsos”. Lo obligaron a retractarse y a comprometerse a no volver a hablar del tema. “Entendido”, firmó al pie. El aparato de medios estatal comenzó a llamarlos como «los ocho chismosos” para denigrarlo tanto a él como a sus amigos profesionales. Una semana después, mientras atendía a una mujer con un glaucoma, se contagió el virus del que no tenía permitido hablar. El jueves 6 de febrero murió”. (Infobae 28 de febrero de 2020).

Al reflexionar sobre el legado del chavismo, es válido referir la advertencia del preso político del partido Primero Justicia, Juan Requesens (detenido el 7 de agosto de 2018), qué sentido tiene “gobernar sobre los cadáveres de venezolanos que mueren todos los días…”.

@hdelgado10