Como maldición griega. Como sísifo subiendo la roca. Como Prometeo, cuyo hígado engulle el águila, una y otra vez.
14 días. Cada día pongo el marcador a cero. Pasaron 14 días desde el primer día. Luego, 14 días del segundo día. Y 14 días, desde el tercer día.
Así voy. Un día a la vez. Rehab. Intentando descubrir un síntoma. ¿Este dolorcito de cabeza? Ah, es por tanto recostarme a la cabecera de la cama. ¿Y estos estornudos? Por la primavera. ¿Y el ardor en la garganta? De tanto roncar.
Espero cada día superar los 14 días. Intento no toser, como si al toser, le abriera la puerta al mal. Carraspeo. Trago grueso. Disimulo la tos. Evito toser a cualquier costo. Esta agüita en la nariz es por el viento frío de la ventana.
Dicen que el virus tarda 14 días en empezar a manifestarse. 14 días viviendo con nosotros, en nosotros, como huésped polizón.
14 días, cada día. Es como desactivar cada noche una bomba de tiempo, cuyo reloj se activará automáticamente al día siguiente. Ayer cumplí 14 días. Hoy cumplí 14 días. Mañana habré pasado 14 días. Nunca sabré qué día inicia la cuenta regresiva de los 14 días.
Golcar rojas