“Hay gobiernos que pueden intervenir en otros países sin hacer grandes inversiones” escribió recientemente Moises Naim ( Superpotencia barata, El País 19 de enero de 2020). Luego de la visita del canciller ruso Sergéi Lavrov a Venezuela, concluyendo su periplo por México y Cuba, se demostró el apoyo de su país a uno de sus pocos aliados, pero clave, en la región. Esto ocurre luego de la preocupante gira del presidente encargado, Juan Guaidó, a los países aliados claves. Del hecho queda una reflexión, al sueño del presidente de Rusia, Vladimir Putin, de expandir sus dominios, con una ideología que combina comunismo, imperialismo, corrupción y ultraderechismo, debe dársele la importancia que se merece.
En una clara injerencia en los asuntos internos de Venezuela y una demostración más de la entrega del chavismo de la soberanía a terceros. Lavrov intervino a viva voz, en los asuntos nacionales, se reunió con el grupo autodenominado opositor, liderado por Henry Falcón, que actualmente mantiene conversaciones con el gobierno ilegítimo de Nicolás Maduro, criticó a quienes lo adversan y ratificó la ayuda económica y militar al régimen. “El jefe de la diplomacia rusa aseguró que trabajarán junto al Consejo de Seguridad, por unas soluciones pacíficas a la disputa que enfrenta la nación, en aras de evitar el uso de la fuerza” (Versión Final 7 de febrero de 2020).
Como ex agente de la extinta KGB, Putin ha trazado una estrategia basada en la inteligencia, la tecnología, la informática para sembrar confusión en otras sociedades, al crear dudas acerca de qué o a quién creer, profundizar las diferencias y conflictos que ya existen o inventar unos nuevos, promover a algunos actores políticos y destruir la reputación de otros; el apoyo económico-militar, la negociación geoestratégica y las tensiones controlables con sus rivales (Estados Unidos y Europa)
Advierte Moises Naim, que no es necesario desplegar grandes fuerzas y gastar mucho dinero para lograr los objetivos, “hay atajos que le permiten a un gobierno intervenir en otro país, o en más de uno, debilitando a sus adversarios internacionales, o dominándolos, sin tener que hacer inversiones masivas. Rusia es el mejor ejemplo. Vladímir Putin ha demostrado ser un virtuoso en esto de proyectar poder en otros países a bajo coste. Entendió que su país no puede competir militarmente contra sus archirrivales, Estados Unidos y China. También sabe que la economía rusa y su tecnología tampoco están a la par de sus competidores”. Aprendió la lección de la extinta Unión Soviética de no invertir grandes cantidades de recursos en carreras armamentistas e invasiones.
Moviéndose hábilmente con aliados incondicionales como Cuba, ha logrado filtrarse en Venezuela, y luego desde aquí, sin utilizar la fuerza, y aplicando la estrategia del “Caballo de Troya” (tal como lo plantea Ian Kershaw en su obra Hitler II 1936-1945, cuando Alemania intervino en Austria), utilizó la penetración de la “diáspora venezolana”, a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y al Ejército de Liberación Nacional (ELN), en el caso Colombia; así como los grupos izquierdistas, indigenistas o ambientalistas de Chile, Ecuador, Perú, Argentina y Brasil , para desestabilizar las democracias latinoamericanas, vía disturbios e intentos para derrocarlos.
En plena crisis venezolana, se demostró el compromiso que tiene Moscú con Caracas, en momentos cuando se confirma el control de la estatal petrolera Rosneft del 70% de las actividades de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), y la presencia en zonas estratégicas como el arco minero y la frontera colombo-venezolana. Usa la presión en vez de la fuerza. Naim dice que con su estrategia, Putin se transformó en experto en materia de “políticas tecnológicas”. El manejo de hackers le ha permitido influir en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica; y con la utilización de sus organizaciones de seguridad protege a sus aliados o liquida a sus oponentes internos y externos, como la Fuerza Wagner, la Unidad 29155 y la Internet Research Agency.
Cualquier parecido con Venezuela es pura casualidad, pero Naim advierte que “También tienen la capacidad de usar armas cibernéticas para atacar las redes eléctricas, las telecomunicaciones, el transporte o la infraestructura financiera de otro país”, tal como sucedió en Ucrania y Estonia. Si bien China priorizó sus intereses, dejando de lado a Venezuela, negociando su tratado de comercio con Estados Unidos, Rusia sí ha demostrado ser un aliado militar y económico del ilegítimo presidente, Nicolás Maduro.
La combinación de factores tradicionales de fuerza, políticas y tecnológica (especialmente las herramientas de la tecnología y las ingobernables redes sociales) es utilizada por Putin para expandir su influencia con un bajo costo. Para la ciberembajadora de la Unión Europea, la estoniana Heli Tiirmaa-Klaar, la amenaza cibernética, por ejemplo la emprendida por Rusia, “es un tema muy estratégico y es infraestimado por la mayoría de gobiernos” (No habrá ciberguerra. Habrá una guerra real con una faceta ciber”, El País 21-12-2019).
En la entrevista, Tiirmaa-Klaar dimensionó la capacidad de los rusos. “Los ciberataques no caen del cielo, hay que colocarlos en su contexto político. Es como en 2007, no es que pasara algo en el ciberespacio, pasó algo en el mundo real. Hay que mirar al ciberconflicto así: si hay un conflicto real en algún lugar, tendrá una faceta ciber. El elemento ciber será usado para ayudar los objetivos estratégicos de un conflicto político. Hackear la red eléctrica no ha pasado porque es muy grave… Hubo tres oleadas. Primero fue la activista, luego una más profesional y al final otra más seria”.
En Estonia 2007, Los sucesos se iniciaron con un simple hecho que degeneró en disturbios graves, utilizando para tal fin información falsa, las redes sociales y bloqueos a los medios y bancos, tal como sucedió en Chile, Perú, Colombia y Ecuador. En Venezuela, por ejemplo, se combaten los medios digitales tales como El Nacional, Caraota Digital, El Pitazo, etc. La misma estrategia ocurrió en “las elecciones norteamericanas del 2016 y en Cataluña”, afirmó la ciberembajadora.
Sin embargo, no todo es color de rosas para el hoy aliado del chavismo. Sus indicadores económicos y sociales son precarios, a pesar de ser el país más grande del mundo, su economía es menor a la de Brasil o Italia, su riqueza la concentra menos del 15% de su población, el sistema de salud pública es precario, la corrupción es grave y sus instituciones están debilitadas por el nepotismo aplicado sistemáticamente por Putin y sus camaradas.
Mientras, en el otro lado, Estados Unidos, advierte su enviado especial, Elliots Abrams, (Noticiero Digital 7 de febrero de 2010) “Los rusos pronto descubrirán que su continuo apoyo a Maduro ya no será gratuito, señaló que otros que continúan beneficiándose o apoyando a Maduro deberían tomar precauciones”. Como jugador a nivel de potencias, puede ser que Putin utilice a Venezuela como una carta más cuando negocie otro importante objetivo en cualquier parte del mundo ¿Habrá sorpresas?
@hdelgado10