Hugo Delgado: El hombre problema

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Venezuela no es Cuba. En 60 años de revolución, qué muestra la isla a la humanidad. Indicadores de salud y educación manipulados; mediocres avances en tecnología y calidad de vida; y una sociedad empobrecida y arrinconada por una manada de opresores que le controla todas sus actividades. Su importancia es mínima en el contexto mundial. Y su inexistente experiencia democrática hace que la participación ciudadana en la toma de decisión pública sea nula.

A diferencia, Venezuela, a pesar de su inestabilidad histórica durante su periodo de independencia, es un país clave para la geopolítica occidental, por su carácter energético, su posición geográfica en Latinoamérica y su experiencia democrática desarrollada durante 40 años. Esas cuatro décadas de aprendizaje político han impedido que el régimen cubano logre controlar totalmente su vida. A esto se agrega su enraizada cultura petrolera que la acerca más a Estados Unidos, especialmente en su forma de vida y consumo.

Esa divergente visión de dos sistemas totalmente distintos hace que Venezuela no caiga totalmente en manos del régimen cubano, a pesar del control de gran parte de la estructura formal que tienen sus agentes de seguridad (disfrazados de entrenadores, médicos o maestros), militares y diplomáticos. La revolución habanera no tuvo éxito en ningún país en los que intentó intervenir. Lo primero porque responde a una doctrina ideológica desfasada. Lo segundo, porque su modelo se basa en la coerción y no en el consenso social. No por casualidad cae Salvador Allende en Chile, apoyado por Cuba, y emerge la contradictoria figura del general Augusto Pinochet para contrarrestar la amenaza.

De la mano del socialista y corrupto ex presidente brasileño, Ignacio Lula da Silva, fundan el Foro de Sao Pablo en 1989, para mantener la visión comunista pero con una estrategia de tomar el poder utilizando las bondades de la democracia y el capitalismo. Es así como logran controlar parte de Latinoamérica en los inicios del siglo XXI, con el subsecuente legado de corrupción e ineficiencia, que impidió consolidar su modelo, básicamente porque sus fundamentos políticos, económicos y sociales, están desfasados de la realidad. Igualmente dejan en evidencia que la opción violenta sigue en su agenda, reflejadas en las protestas aupadas por sus organizaciones, a finales de 2019, que dejaron grandes pérdidas en las principales ciudades de Chile, Ecuador y Colombia.

Fidel Castro como el genio tenebroso, nunca aceptó un contrapeso político a su lado. La historia de la revolución cubana así lo demuestra. Se deshizo del genocida Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos, el comandante Hubert Matos y el general Arnaldo Ochoa. Solo permitió a su lado a su hermano y heredero, Raúl. Por eso se deshizo de Hugo Chávez, luego de afianzar su control parcial en Venezuela y chuleársela hasta hoy en día, financiando su gobierno, vía misiones y entrega de petróleo. Gracias al pago oportuno de Estados Unidos canalizó los petrodoláres para subsidiar su precaria economía e impulsar a su delfín Chávez por Latinoamérica y Europa

El candidato ideal para sustituir al incómodo Chávez, fue Nicolás Maduro, un personaje gris, entrenado en Cuba y con poca formación intelectual. Era la marioneta perfecta para profundizar la penetración local y en el continente americano. Sin escrúpulo alguno el nuevo aliado agudizó la crisis económica, social y política interna y promovió la desestabilización externa; estimuló la diáspora hasta alcanzar la cifra de los 4.8 millones de emigrantes, lo cual le quitó presión localmente, pero generó problemas en los países vecinos.

Chávez y Maduro cometieron el mismo error de menospreciar al enemigo. Más si este adversario es un imperio como Estados Unidos acostumbrado a conversar y apretar el gatillo cuando es necesario. Lo está haciendo últimamente y sin avisar, como ocurrió con el general iraní Qasem Soleimani, el segundo de Al Qaeda, Qasem al Rimi, o con la caída del aliado del Foro de Sao Pablo, el ex presidente de Bolivia, Evo Morales.

Donald Trump ya enrumbado hacia la reelección en noviembre de 2020, apoya a Juan Guaidó, descarta la salida de fuerza y utiliza las sanciones y la alianza internacional para obligar al ilegítimo, Nicolás Maduro, a realizar elecciones libres y aceptar su salida negociada. La presión sobre él, sus secuaces y sus aliados ya comienza a sentirse. La sanción a la filial de la petrolera rusa, Rosneft Trading S.A, empresa creada en Suiza para manejar sus negocios con Petróleos de Venezuela, provocó una pérdida de US $ 3.400 millones en un par de horas y a su presidente, Didier Casimiro, le serán bloqueados sus cuentas y bienes en Estados Unidos.

Según la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), la filial rusa facilitó, en nombre de PDVSA, un envío de 2 millones de barriles de petróleo crudo Merey-16 para África Occidental. Entre septiembre y diciembre de 2019, ambas planificaron envíos de 55 millones de barriles a diversos mercados. En ese mismo período vendieron un millón de barriles de Merey-16 al mercado asiático. En agosto la aliada canalizó el transporte de dos millones de barriles de petróleo para otros clientes. Además ya asumió la producción, comercialización y cobro de las ventas y deudas, una privatización “de hecho” de la empresa matriz.

Los chinos luego del acuerdo comercial con Estados Unidos bajaron su perfil. El “Cisne Verde”, advertido ya por analistas, afecta al gigante asiático con su pandemia de Coronavirus, que este año mostrará indicadores económicos nada favorables por las caídas de su productividad, ventas al exterior, turismo, etc, y no le quedan muchas opciones para enfrentarse a su principal aliado.

España con su gobierno socialista, liderado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, no pudo ocultar su simpatía con el chavismo, y ya se encuentra sumergido en un escándalo por la visita ilegal a su territorio (producto de las sanciones de la Comunidad Europea) de la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez. El incidente ya provocó la protesta del gobierno de Trump por su falta de solidaridad y tiene en la mira a la petrolera Repsol que actualmente produce diariamente en Venezuela 20 mil barriles de petróleo y 30 mil de gas licuado.

A la par del problema geopolítico, el negocio petrolero comienza a tomar fuerza para presionar la salida del problemático, Nicolás Maduro. Un fiel creyente de la doctrina cubana que se cree eterno en el poder, pero que no entiende que su ego lo convirtió en factor de perturbación para sus aliados, y que al igual como lo hizo China, puede ser negociado. De negocios saben las grandes potencias.

@hdelgado10