Hace unos días, después de una charla sobre cómo utilizar el viento para producir electricidad, un apreciado amigo, que allí también estaba, me sugirió el título para este artículo copiando el nombre de la muy famosa película. En efecto, durante la exposición, el presentador se había referido a los dos parques eólicos que existen en Venezuela, únicos por su gran tamaño, convertidos en enormes monumentos al fracaso.
Los parques eólicos están formados, en el caso de los nuestros, por una especie de ventiladores gigantes de tres aspas a los que la fuerza del viento mueve. Con el fuerte giro de las aspas, y otros equipos especiales, se puede producir electricidad. Hay un parque en la Guajira y otro en Paraguaná dos sitios donde la brisa es fuerte durante casi todo el año.
En el parque de la Guajira se instalaron 12 ventiladores gigantes de los 36 proyectados y en Paraguaná 24 de los 76 proyectados. El costo de los parques fue de más de 400 millones de dólares y no producen electricidad ni para encender un bombillo de arbolito navideño.
Evidentemente a Chávez y compañía les importaba un carajo producir electricidad con el viento, pero si les interesaba cobrar la jugosa comisión que representaba la compra e instalación de estos gigantes mecánicos. La mejor prueba de lo improvisado del asunto es que ni siquiera se instalaron los cables para llevar la electricidad desde los parques eólicos hasta los sitios de distribución y uso.
El drama del film “Gone with the wind” se trasladó entonces a estos sitios llenos de super ventiladores, donde el viento pasó de largo llevándose los dineros de los venezolanos. Un monumento, entre muchos otros, al gobierno más pirata y ladrón que ha tenido esta maltrecha República.
Pero hay otro ángulo que nos conecta a la película. Esta se ambienta en la guerra de secesión de los Estados Unidos y no hay duda que, en Venezuela, también estamos viviendo una guerra.
El régimen con el apoyo de cubanos y fanáticos disfrazados de militares ha reprimido con disparos a matar a las muchas manifestaciones pacíficas que se han hecho. Esto es un acto de guerra. La destrucción total del Estado de Derecho, apresando, sin razón, a quien les venga en gana y amenazando constantemente, es un acto de guerra. El secuestro y control de los medios de comunicación, son signos del ambiente bélico. La salida de millones de personas del País por no poder soportar la miseria y la violencia son las consecuencias usuales de una región en guerra. Las alianzas con países de ideologías marxistas, guerrilleros armados y otros terroristas son signos del desespero por sobrevivir que ocurre durante la guerra.
Por su parte, muchos de los países aliados de la oposición al régimen han dado respuesta también con acciones de guerra, como la rotura de relaciones, sanciones a personeros del régimen, bloqueos de cuentas bancarias, prohibición de relaciones comerciales y otros. Internamente se mantienen acciones constantes de lucha y resistencia, usando redes sociales, así como la recuperación de bienes y empresas situadas en el exterior.
El nuevo ataque de guerra que adelantan los rojos, es el de nombrar, a su conveniencia, un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE), haciendo malabares para que el Tribunal Supremo de Justicia, afecto al régimen, seleccione a los integrantes.
Frente a esta amenaza de agresión hay que responder con otra acción de guerra. En efecto, la Asamblea Nacional (AN) y el presidente Guaidó, deben amenazar, fuerte y claro al régimen, con que no habrá elecciones de ningún tipo a menos que se formalice un CNE integro y legal nombrado por la AN. De no existir un nuevo CNE decente, no habrá elecciones válidas y, en consecuencia, la AN y su presidente, a pesar de vencerse el período, seguirán en sus funciones tal como hasta ahora. Esto sería inédito, pero de seguro los abogados encontrarán el cómo justificarlo y de acuerdo a la Constitución.
Al no existir Estado de Derecho, se genera la arbitrariedad de la selva y, por tanto, cualquier acción que realice el régimen en contra de la oposición o sus representantes, hace ético el accionar una respuesta equivalente y proporcional. El importante filósofo Kant lo dice claramente, es ética cualquier acción que podríamos aceptar como ley universal y el derecho a la legítima defensa lo es.
La guerra, sea de la intensidad o particularidad que posea, requiere un comando unificado cuya tarea diaria es la de planear la derrota del enemigo y ejecutar las acciones para ello. Esta es la principal tarea de toda la oposición. Si la unidad entre los líderes opositores no es muy fuerte es porque algunos no han entendido que estamos inmersos en una guerra real.
Sin embargo, hay buenos vientos. Los brazos de la esperanza están muy abiertos para aprovecharlos y volverse poderosos molinos en la batalla final que se avecina.
Eugenio Montoro