Los hechos –y la evidencia- nos dice que desde el año 2007 el Ejecutivo empezó con el arrase bestial de la industria privada y el proceso estatizador fue palabra sagrada. Desde entonces, el gobierno nacional se dedicó a numerosas tareas que los privados cumplían con solvencia. Así, vino una ola que estatizó compañías eléctricas, bancos, hoteles, empresas azucareras, supermercados, productoras de envases, plantas cementeras, siderúrgicas, aerolíneas, productoras de lácteos, empresas arroceras, plantas azucareras, distribuidores de semillas y fertilizantes, etc. Simplemente, esta era la marca fundamental del socialismo del siglo XXI. El resultado lo conocemos todos: calamidad, hambre y escasez.
No obstante, como suele ocurrir en aquellos países que experimentan controles económicos, represión y coacción, paulatinamente, la necesidad irrevocable de las personas por la supervivencia genera un mercado paralelo –o negro- para abastecerse de los bienes y servicios básicos (que han desaparecido como resultado de las imposiciones, presiones y coerciones) a cualquier precio y en cualquier instancia. Algunos de estos comportamientos están ocurriendo actualmente en nuestro país, con la venia del Estado, por cierto. ¿Y qué está ocurriendo?
Si el Estado no puede suministrar agua en los hogares o empresas, ¿qué hará el ciudadano para la supervivencia? Probablemente, se seguirán organizando para perforar pozos de agua clandestinos por montos cercanos a 7.000 – 10.000 dólares.
Si el Estado no puede proveer electricidad con estabilidad y regularidad a los venezolanos, ¿qué harán los venezolanos para subsistir? Quizás, continúen comprando plantas eléctricas para poder tener una vida medianamente normal.¿Y si no tienen conexión a internet con frecuencia? Seguramente, se incrementará la adquisición de internet satelital.
Si el Banco Central de Venezuela se olvidó de su objetivo fundamental –o el Ejecutivo le prohíbe que lo cumpla- y no procura lograr la estabilidad de los precios y preservar el valor interno y externo de la moneda nacional, ¿qué harán los agentes económicos? Naturalmente, buscarán realizar transacciones económicas con otra moneda que les brinde confianza; les permita resguardar su patrimonio; y fortalezca su poder adquisitivo.
Si quienes tienen la licencia de suministrar y comercializar productos alimenticios no logran efectuarlo, ¿cómo se resolverá el abastecimiento de los mismos? Posiblemente, nacerán los lujosos -e inalcanzables- “bodegones”, florecerá el mercado informal y los privados comenzarán a ponerse de acuerdo.
Para terminar, y aquí mi pronóstico, si el grave problema del abastecimiento de la gasolina a nivel nacional se profundiza, tal como se prevé, ¿cómo creen que se intentará mitigar? Nuevamente, ya veremos como el ciudadano en su innato empeño por sobrevivir, encontrará un resquicio para contrabandear (o quizás el Estado lo valide como ha hecho con la reducción de aranceles y la liberalización de las importaciones de alimentos para los “bodegones”) gasolina por las fronteras colombianas, brasileñas, curazoleñas, guayanesas o trinitenses, puesto que, gradualmente, veremos como se internacionalizará el precio por litro de gasolina y ya será lo mismo pagar un litro de gasolina en Elorza o Ciudad Ojeda que en Bogotá o Arequipa.
En síntesis, desde el Ejecutivo pareciera que se han percatado que no pueden corregir las distorsiones económicas solitos y no pueden garantizar la provisión de los servicios básicos, por tanto, se están sincerando varios aspectos y le están dando facilidades a los privados para que operen y oxigenen un poco la grave asfixia nacional. ¿Y este comportamiento qué expresa? Están diciendo: “Camarada Mercado, por favor, vuelve a funcionar, pero no le digas a nadie que te lo pedí, ¿sí? Y perdona lo malo. Muchas gracias.” Aparentemente, el mercado –con sus leyes económicas básicas- volverá a ganar.