Una de las verdades de la larga agonía venezolana es la confesada por Guaidó en el Foro de Davos: la oposición no cuenta con la fuerza suficiente para tumbar a Maduro y necesita ayuda
El 18 de mayo de 1895, durante la guerra de Cuba, el patriota José Martí escribió a su amigo mexicano Manuel Mercado comunicándole que se jugaba la vida por la independencia de la isla y contra el anexionismo de Estados Unidos en América. “Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas”, subrayó. Al día siguiente, sin haber acabado la carta, guerreando a caballo, fue alcanzado por los disparos de un pelotón español y perdió la vida. Tenía 42 años.
Martí organizó a escondidas la insurrección mambí, más discretamente que las torpes triangulaciones aeroportuarias de Madrid y los cabildeos en otros ámbitos para lograr que Maduro y la oposición negocien elecciones presidenciales sin trampas. Las entrevistas exploratorias de personas y Gobiernos continúan después de que las conversaciones de Noruega fracasaran, y la polilla sepultara al Grupo Internacional de Contacto, abanderado por la UE y varios países latinoamericanos. Habrá que seguir intentándolo, incluso con fingimientos que encadenan pifias diplomáticas, y a pesar de que el parvulario o la inquina malogren la reserva operativa recomendada por el prócer cubano. Los acuerdos duraderos suelen cocinarse entre bastidores, con verdades, señuelos y luz de gas.
Una de las verdades de la larga agonía venezolana es la confesada por Guaidó en el Foro de Davos: la oposición no cuenta con la fuerza suficiente para tumbar a Maduro y necesita ayuda. Dividida la nación en dos mitades, manda la de los generales afectos al chavismo, que cerraron filas cuando la cetrería de la Casa Blanca y el Pentágono amenazó con la intervención militar. Aunque la oposición radical haya llegado a la conclusión de que solo el séptimo de caballería rendirá a Maduro, deberá apostar por la negociación porque los derrocamientos a tiros transmiten revanchismo e impiden la pacificación social.
Aunque Washington sigue amartillado, sus mensajeros y los de países concernidos por la crisis se acercan al equipo de Maduro y cortejan al general Vladímir Padrino, ministro de Defensa, y a jefes con mando en plaza. Enfriada la solución bélica, se impone la reclamada por la sensatez: cesiones sustantivas que allanen el camino hacia las legislativas de diciembre, y adelanten las presidenciales, oficialmente en 2025, con primarias en la oposición y sin Maduro en la candidatura boliviana, inmolado en el altar de los sacrificios.
Estados Unidos reitera que solo negociará la salida del primero, al tiempo que tantea avenencias con funcionarios del régimen, entre ellos Diosdado Cabello, presidente de la espuria Asamblea Nacional Constituyente. Ninguna transacción ha sido posible porque el hombre propone y Dios dispone. Sobran imperialismos y totalitarismos y queda negociar moderando la viveza criolla, reformulando los acuerdos de Santo Domingo pero sin que el Tío Sam se erija en fiscal y juez, como ocurrió hace dos años en la capital dominicana.
Juan Jesús Aznares / El País