La señal fue evidente, antes de terminar el 2019, los cuatro partidos mayoritarios venezolanos se reunieron en Washington con el secretario de Estado Norteamericano, Mike Pompeo. Era lógico que la línea fuera la de apoyar al presidente encargado, Juan Guaidó, para su reelección en el cargo de presidente de la Asamblea Nacional. Pero el chavismo no esperó el momento para atacar y con maletín de dólares en mano compró a varios diputados opositores. Un acto más para llenar el expediente que viene nutriendo desde que perdieron la Asamblea Legislativa el 6 de diciembre de 2015, un golpe certero para un régimen acostumbrado a manejar el poder a su antojo desde 2000.
La aplastante victoria parlamentaria quitó el piso de legalidad a todas las irregularidades e intenciones del chavismo de instaurar el mal llamado socialismo del siglo XXI. Pero ese logro trascendental para el rescate de la democracia en Venezuela no fue dimensionado por la oposición y tibiamente intentaron socavar la estructura que soporta al chavismo, ahora en manos del ilegítimo presidente Nicolás Maduro, convertido en la marioneta perfecta de rusos y cubanos.
La Asamblea Legislativa se convirtió en la piedra de tranca para aprobar convenios, deudas, sancionar, investigar y avalar todo acto del Estado venezolano, etc, que debía autorizarse. Es decir, el piso de legitimidad logrado por Hugo Chávez durante sus doce años de gobierno, ante la comunidad internacional y local, se perdió. Por eso, el guión ruso-cubano se las ingenió para crear eso que ahora los españoles están poniendo en práctica en su país y ya se instauró en Venezuela y Nicaragua, y parcialmente en Bolivia y Ecuador, y que llaman “El nuevo paradigma constitucional”, como lo denominó el exiliado editor del diario El Nacional, Miguel Henrique Otero, en su edición del 12 de enero de 2020; y que no es más que el uso de las leyes en función de intereses políticos.
La torpe actuación de este nuevo paradigma aplicado por Maduro y sus cómplices tuvo su revés, pero el ataque continúa, la proximidad de las elecciones parlamentarias los presiona. Tampoco se vislumbran posibles cambios en los problemas que aquejan al país, más cuando el chavismo de la mano de rusos y cubanos, están bloqueando cualquier posibilidad porque ahora Venezuela es un asunto de la nueva guerra fría.
Un segundo hecho traerá consecuencias para el chavismo. El 3 de enero de 2020, en una operación de inteligencia, Estados Unidos mató en Bagdag al general iraní, Qasem Soleimani, jefe de las fuerzas Quds, y uno de los hombres más importantes político-militar de la región e Irán; y al comandante de las Fuerzas de Movilización Popular de Irak, Abu Mahdi, uno de los autores del ataque a la embajada de Estados Unidos en ese país el día anterior. De esta acción surgen dos incógnitas: ¿qué hacía un personaje tan importante en la boca del lobo, expuesto a un acto como el que lo liquidó? ¿Quién lo traicionó con la información precisa que ubicó el objetivo?
Medios internacionales, videntes y analistas asomaron la posibilidad de iniciarse la tercera guerra mundial, con el agravante del uso de armas nucleares. A este presagio se le añadió el ataque “erróneo” que derribó un avión de Ucrania Internacional Airline, el pasado 8 de enero de 2020, con 176 pasajeros principalmente canadienses. El propio presidente iraní, Hassam Rohani, aceptó el error de su ejército, luego de las denuncias de Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, de la verdadera causa del accidente y que Teherán negó inicialmente.
El incidente se unió a la creciente protesta interna iraní que arroja más de 1200 muertos, por cierto fuentes periodísticas señalan al difunto general como responsable de la represión, y ya los manifestantes iraníes exigen la renuncia del gobierno de Rohani por el incidente aéreo. Si bien es cierto que la línea roja la cruzaron Estados Unidos e Irán, quienes presagian una guerra en el medio oriente, no están considerando la crisis económica que afecta a su población, las consecuencias negativas de las sanciones occidentales, el tibio apoyo de rusos y chinos en este conflicto y las limitadas posibilidades que tiene en una confrontación a largo plazo.
Lo ocurrido en Irak también tiene consecuencias para un aliado silencioso occidental: Venezuela. El grito de venganza tras la muerte de Seleimani de Diosdado Cabello y Pedro Carreño, más las declaraciones de solidaridad con Irán, del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, son demostraciones del compromiso entre el régimen chavista y el hermano musulmán. Sin embargo, cabe destacar que el 3 de mayo de 2019, el gobierno de Estados Unidos publicó un informe acusando al vicepresidente de Economía y Ministro de Industria, Tareck El Aissami, de estar vinculado con el grupo terrorista Hezbolá.
Al Hezbolá, se le unen el Hamás, la Yihad Islámica en Egipto, Hutíes de Yemen, y las iraquís, Brigadas Bart y el Hezbolá de Irak, todos estos grupos son calificados como terroristas por Estados Unidos, y operan en varios países del medio oriente, y otras partes del mundo. También han estado involucrados en actos contra Norteamérica.
Irónicamente, Seleimani estuvo vinculado con Bagdad. Un informe de la BBC-Mundo del 9 de enero de 2020 indica que existe una “coalición de Rusia-Siria-Irán-Irak, creada para enfrentar los conflictos civiles que afectan a Irak y Siria y para combatir grupos yihadistas como el autodenominado Estado Islámico (EI) y Al Qaeda”, éstos últimos también enemigos de Estados Unidos.
La política del chavismo de vincularse con todo lo que vaya en contra de Estados Unidos, traerá sus consecuencias, más cuando sus leyes indican que una organización o país que esté en su lista negra, está sujeta a cualquier operación militar de extracción o asesinato, sin pedir ninguna autorización.
@hdelgado10