El pasado 26 de noviembre de 2019, la Facultad de Ingeniería de la Universidad del Zulia (LUZ) del Núcleo Maracaibo, igual que su homóloga de Punto Fijo, vivieron la amarga experiencia de sentir lo que es una democracia con la pistola en la cabeza. Cuerpos de seguridad del Estado irrumpieron en la sede técnica, al igual que en el núcleo falconiano, para imponer el terror, amedrentando a los miembros de su comunidad que se aprestaban a ejercer su derecho al voto y elegir sus respectivos representantes estudiantiles. Ya el 21 del mismo mes, ambos lugares habían vivido experiencias similares. En esa oportunidad, grupos armados irrumpieron llevándose el material electoral, sembrando el miedo con armas en mano y sabotearon el proceso.
El efecto se causó. De manera violenta, los grupos adeptos al chavismo lograron su objetivo de alterar el orden, controlar el proceso, cometer todo tipo de irregularidades y provocar en el resto de la comunidad, el efecto del silencio cómplice. Nadie quiere hablar del asunto. Las autoridades universitarias ambiguamente trataron el terma y no fijaron posición en su sesión del Consejo Universitario del 27 de noviembre, dejando una estela de pasividad ante el evidente atropello.
El 29 de noviembre de 2019, la rectora de la Universidad Central de Venezuela, Cecilia García Arocha, protestó públicamente el desmán legal ratificado por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que obliga a elegir en un plazo de seis meses a las autoridades rectorales de las universidades públicas, violentando la vigente Ley de Educación que solo autoriza a la “comunidad académica”, es decir estudiantes y profesores, a escoger a sus representantes, ahora se pretende ampliar la base de votantes e incluir a empleados, obreros y egresados, generando una especie de votación supra institucional y rompiendo todo lo establecido en el marco jurídico vigente. La decisión la tomó y la ratificó, una antigua profesora de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia, la magistrada Carmen Zuleta de Merchán, quien también desempeñó cargos administrativos hace varios años, y se ha fortalecido con su apoyo al chavismo.
Ese retardo en la renovación democrática de la gerencia académica no se ha realizado por intereses netamente políticos. Las universidades autónomas en la época “gloriosa del chavismo” mostraron su oposición al proyecto socialista de Hugo Chávez, que nunca ganó cargo alguno. Era obvio que ocurriera así porque su masa estudiantil y profesoral está formada bajo el rigor de la crítica y la libertad de pensamiento. Por esta razón, el Tribunal Supremo de Justicia paralizó la renovación de sus autoridades, lo cual provocó que las actuales hayan permanecido por 11 años en los cargos, lapso en el que ya muestran agotamiento y vicios típicos de la permanencia en el ejercicio, y evitar así la derrota en momentos claves electorales al líder supremo, en estas instituciones educativas.
Muerto Chávez, la marioneta perfecta del eje ruso-cubano, Nicolás Maduro, decidió seguir los pasos de sus maestros Fidel y Raúl Castro, expertos en mantenerse en el poder, y del autócrata, Vladimir Putin, actual presidente de Rusia. Violando las normas constitucionales y aprovechando la crítica situación de las instituciones universitarias (por el deterioro de su planta física, la fuga de cerebros y la caída de la matrícula estudiantil) ahora enfiló sus cañones para tomar las universidades a sangre y fuego. Una amenaza que va más allá, cuando el ilegítimo Nicolás anuncia la entrega de 13 mil fusiles a los obreros de Guayan y otros cientos de miles a los milicianos para armar a una sociedad que languidece en medio del hambre y la miseria, pero que es llamada para defender la revolución de los mafiosos.
Utilizando las herramientas del Estado, Maduro, ahora ejerce la presión legal y la coerción de sus cuerpos de seguridad para lograr sus objetivos. La decisión del Tribunal Supremo de Justicia, a través de la profesora de LUZ Carmen Zuleta de Merchán y lo ocurrido en la Facultad de Ingeniería y el Núcleo Punto Fijo de la Universidad del Zulia, son el preámbulo de lo que se avecina para las universidades autónomas. Ante esta realidad existe otro factor adverso: los intereses egoístas de las organizaciones políticas opositoras, dejan una serie de dudas sobre las respuestas de quienes son llamados a defender la legalidad y la democracia.
En LUZ se demostró la incapacidad de llegar a acuerdos entre los partidos de oposición. Sus dirigentes nacionales desataron en las últimas semanas fuertes enfrentamientos y la centenaria institución zuliana no fue la excepción. Están contando los pollos antes de nacer, dice el viejo adagio popular. Unos porque aspiran a comerse la mayor parte de la torta luego de la salida de un Maduro que no termina de caer; otros porque tienen intereses con el chavismo (inversiones, contratos, etc.); y otros porque viven de la crisis.
En las elecciones estudiantiles se presentaron dos planchas opositoras, lo peor fue que el enfrentamiento fuerte ocurrió entre estas dos facciones, el chavismo solo esperó el desenlace de éstas para luego actuar con el uso de la fuerza y la trampa, y así garantizar sus votos y sus puestos en el cogobierno estudiantil. Es un mal que arrastra la Venezuela republicana, desde los tiempos de Simón Bolívar, impregnada de traiciones, corrupción, mezquindades, resentimientos sociales y raciales, y sobre todo, sin capacidad de visualizar el país al que debe aspirar. De este mal histórico no se escapan ni las universidades.
@hdelgado10