La confianza es el pilar fundamental de la economía. Es el elemento clave del funcionamiento de una sociedad y de las instituciones. La falta de confianza en el Estado y en las instituciones democráticas debilita la gobernabilidad de un país. Y la corrupción es el cáncer que ataca esa confianza, que debilita la democracia, daña el sistema de partidos políticos, enferma las instituciones y deslegitima a los gobiernos.
Corrupción son esas transacciones de tipo ilícito y secreto que se realizan cuando alguien obtiene un provecho personal, en el ejercicio de responsabilidades que se le confiere en su trabajo, mediante soborno o extorsión. Tiene graves efectos económicos porque inhibe la inversión extranjera, reduce la productividad del gasto de la administración, la efectividad de las políticas públicas y afecta la competitividad de los países.
Transparencia Internacional promueve medidas contra la corrupción política en el ámbito internacional y los delitos corporativos. Es una organización no gubernamental de la sociedad civil, fundada en 1993. Su sede se encuentra en Berlín, Alemania, pero opera en más de 70 países. Publica anualmente el Índice de Percepción de Corrupción (IPC), una lista corporativa de corrupción a nivel mundial, que es la medida más utilizada para evaluar la corrupción en los países analizados; y clasifica a 180 países según sus niveles percibidos de corrupción en el sector público, utilizando una escala de 0 a 100, donde 0 es altamente corrupto y 100 es muy limpio.
El IPC 2018 clasificó a Venezuela con 18 puntos, ocupando el puesto 168 de 180 y es el país más corrupto de América.
Hace 60 años, cuando Singapur se independizó de Gran Bretaña, la mayor parte de su población era pobre, debido a que la malversación y el soborno eran parte integral de la vida pública. Era uno de los países más violentos del mundo, con mayor tráfico de drogas y con el más alto índice de criminalidad, por su cercanía con Malasia y China. Además, sufría de graves problemas como pobreza, desempleo, inestabilidad política, inseguridad ciudadana, baja inversión en capital e infraestructuras básicas deficientes; pero sobre todo de corrupción.
El gobierno de Singapur cambió el sistema educativo, creando conciencia de grupos, elevando la sociedad sobre el individuo; preparando excelentes maestros y profesionales en tecnología y ciencia. Creó condiciones institucionales favorables para la inversión, reduciendo impuestos a los inversionistas extranjeros que construyeran sus fábricas en el país, que produjo nuevos empleos y aumentó los ingresos promedio de sus habitantes. Pero la clave de su éxito se debió al combate de la corrupción y a su política de “cero tolerancia”.
Su primer ministro, Lee Kuan Yew, luchó con determinación hasta reducir la corrupción a su más mínima expresión. Decretó: “Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares”. Los delincuentes en actos de corrupción son castigados con mucha severidad, son obligados a realizar trabajos forzados, cadena perpetua y hasta condenados a muerte, ejecutándolos en la horca. La pena de muerte se instauró como norma en el año 2013, disuade a los posibles delincuentes de delinquir y ha convertido a Singapur en uno de los lugares del mundo más seguros para vivir y trabajar. Hace 12 años en sus cárceles había más de 500.000 presos, pero 6 meses después solo quedaban 50. El gobierno adoptó la pena de muerte y el trabajo forzado para los delincuentes confesos, narcotraficantes y violadores. Pero también decretó la pena de muerte para toda figura pública corrupta (políticos, funcionarios, policías, militares, etc…) que fueran juzgados y declarados culpables.
Singapur es un buen ejemplo de un país que de padecer una corrupción sistémica ha pasado a ser ahora una de las naciones menos corruptas del mundo.
Aquí en Venezuela, cuando rescatemos la democracia y debido al crecimiento exponencial de la corrupción en los últimos 20 años, deberíamos seguir el ejemplo de Singapur y combatir la corrupción con penas muy severas, con trabajos forzados, cadena perpetua y hasta con la muerte.
@JMColmenares