La semana anterior ocurrieron en Latinoamérica una serie de hechos que colocan en duda la efectividad de sus instituciones democráticas. El perdón pedido por el presidente de Chile a los violentos manifestantes asumiendo culpas que van más allá de su mandato, el cuestionamiento de la reelección y su posterior renuncia de Evo Morales en Bolivia, el voto de censura del ministro de la Defensa de Colombia, Guillermo Botero, y la más grave de todas, la liberación del artífice del escándalo más grande de corrupción del continente, el ex presidente brasileño y cofundador del polémico Foro de Sao Paulo (FSP), Ignacio Lula da Silva.
El perdón del presidente Sebastián Piñeira es grave porque lo hace ante una turba violenta, anárquica y vinculada o manipulada hábilmente por el comunismo aglutinado por el FSP. Si bien la sociedad chilena arrastra problemas de desigualdad y de distribución de la riqueza, también lo es que ésa no es la causa central de la crisis. Lo peor es que la amenaza comunista es de vieja data, se remonta a la llegada de Salvador Allende y su alianza con el dictador cubano Fidel Castro, vínculo que desencadenó la dictadura del general Augusto Pinochet como respuesta ante la amenaza.
¿Por qué Chile? Obviamente es la guinda de la torta, había que golpearla para contrarrestar la amenaza contra los intereses izquierdistas de los miembros del FSP, ahora apoyados por el régimen de Moscú encabezado por Vladimir Putin, la china comunista y la punta de lanza en Latinoamérica, Cuba. Obviamente los veinte años de chavismo también dieron frutos políticos en esa penetrante estrategia que hoy mueve sus teclas en los países intervenidos, a través de distintos movimientos feministas, verdes o ecologistas, defensores de derechos humanos, culturales, etc. ¿Pedir perdón a quién? A los violentos, a los anarquistas y saqueadores, a quienes esconden sus frustraciones detrás de banderas reivindicadoras. Esa debilidad y falta de capacidad de respuesta puede resultar cara en los próximos días.
Luego de sucesivos abusos de poder, de modificar la constitución boba de Bolivia para garantizar su nueva elección (típica acción de los miembros del FSP cuando llegan al poder) y de burlar el referéndum que perdió cuando consultó sobre su reelección, el presidente Evo Morales en las pasadas elecciones del 20 de octubre de 2019, en un madrugonazo del Tribunal Supremo Electoral aparece superando por diez puntos a su segundo rival (suficientes para ganar en primera vuelta), luego de la dudosa suspensión del conteo de votos. La sociedad boliviana rechazó las intenciones del autócrata y la violencia y renuncias de funcionarios, alcaldes, gobernadores, militares y policías, desataron la protesta generaliza hasta provocar su renuncia y salida del país. Desde el punto de vista institucional es lamentable que la opción sea violenta y por presión militar y civil, y no por la vía democrática. Lógicamente los socios del FSP, con su capo mayor a la cabeza, Lula da Silva, ya consideran el hecho como un golpe de Estado, pero no cuestionan las razones desataron la crisis.
Lo ocurrido en Bolivia, también pasó en Venezuela en las innumerables victorias del comandante eterno, Hugo Chávez, y su heredero y marioneta cubana, Nicolás Maduro. Con el voto electrónico, el ventajismo y el uso corrompido de los recursos del Estado les ha permitido mantenerse en el poder, ante la mirada cómplice de los gobiernos demócratas del mundo y la misma sociedad venezolana sofocada por las dádivas y la verborrea del encantador de serpientes. Por origen, todos aceptaron las victorias sin evaluar la calidad de los procesos, la persecución política y mucho menos el uso desproporcionado de los recursos públicos (dineros, infraestructura, autobuses, etc).
En Colombia ocurre otro incidente. El senador del partido de la U, Roy Barrera, del ex presidente, Juan Manuel Santos, acusó al ministro de la Defensa, Guillermo Botero, “por ocultar la información relacionada con la muerte de siete menores de edad, reclutados forzosamente, en un campamento guerrillero ubicado al sur oriente del país, durante una operación de bombardeo de la Fuerza Aérea, en la que también fallecieron ocho insurgentes”. La cámara votó mayoritariamente por su remoción, y el funcionario decide renunciar. Es decir, los culpables por reclutar menores de edad, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), son reivindicadas porque no la acusaron de nada y a las FFAA sí. La razón de fondo es desestabilizar el gobierno del presidente Iván Duque, de la corriente del ex mandatario, Álvaro Uribe, enemigo número uno del FSP.
Pero lo más grave es la liberación del mayor corrupto de la historia política y favorito de los brasileños, Ignacio Lula da Silva, artífice del mayor escándalo de corrupción en su país y en Latinoamérica, con la operación Lava Jato y los negocios oscuros de su brazo financiero, la constructora Odebrecht, cuyos hechos probados por la justicia brasileña y de otros países, provocaron la detención de gran parte de sus funcionarios de confianza y de empresarios ligados a sus gobiernos y al de su heredera Dilma Russefft, así como numerosos contratistas privados, dirigentes y ex presidentes de países aliados. En Venezuela las sanciones no han llegado por el control chavista del poder judicial y los posibles involucrados.
Comentaba el desaparecido amigo y periodista, Antonio Marcano, que sus reservas con respecto al futuro de este continente, se basaban en su debilidad institucional y el resentimiento social histórico, más cuando son los criminales quienes elaboran sus leyes y las aplican. Un rezago de la colonia y del origen de estas sociedades que no maduran y mucho menos aprenden las lecciones de su pasado.
Lo peor es que no existe contrapeso para lo que está pasando en México, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Perú, Nicaragua, Venezuela y Colombia, esta última amenazada con un paro el próximo 21 noviembre de 2019 que puede degenerar en problemas graves, más cuando estos países fueron gobernados por miembros del FSP y desperdiciaron sus mandatos con políticas sociales ineficientes, subsidios que alimentaron la dependencia y la pobreza, no generaron riqueza y desarrollo, con el auge e impunidad de la corrupción y mucho menos resolvieron los problemas de exclusión y desigualdad, ahora banderas de las protestas que ellos mismo impulsan.
Mientras el presidente empresario de Estados Unidos, Donald Trump, ha centrado su estrategia en el aspecto económico, se le olvidó que su nación es líder de un proyecto geopolítico que trasciende: la DEMOCRACIA; con el agravante que sus socios demócratas latinoamericanos tampoco tienen una estrategia definida en materia comunicacional y de defensa del sistema, y responden tibiamente y con temor ante la amenaza comunista liderada por el Foro de Sao Paulo, Rusia, China, Cuba y Venezuela.
@hdelgado10