Ahora cuando el presidente de Perú, Martín Vizcarrá, decide disolver el congreso por entorpecer su gestión y denuncias de corrupción, se replantea el papel de la institucionalidad en este malogrado continente latinoamericano, que solo es utilizado para ajustarse los intereses del gobernante de turno, más sí son izquierdistas, solos interesados en perpetuarse en el poder, porque según la doctrina marxistas el comunismo está llamado a ser la última etapa de la evolución social de la humanidad.
Puede ser que el presidente Vizcarrá que sustituyó, por renuncia del elegido Pedro Kuczynski, tenga razón, pero la verdad de fondo es que ese parlamento dominado por el fujimorismo fue elegido por los peruanos, equivocados o no. Y en un sistema democrático esa expresión debe ser respetada siempre que la transparencia sea evidente en el proceso electoral. Pero esa actitud del actual mandatario es cuestionable porque de un plumazo se hizo la destitución y se borro la expresión ciudadana.
Lo destacable en la realidad latinoamericana es que la institucionalidad, tan importante en toda democracia, es débil, y es precisamente ese factor el que afecta la estabilidad y, obviamente, el futuro del continente. En Brasil, por ejemplo, el cerebro conjunto con Fidel Castro del nefasto Foro de Sao Pablo, Ignacio Lula da Silva, con un cerro de pruebas en contra sobre la red de corrupción que salpicó a todos sus colegas izquierdistas de Perú, Ecuador, Cuba, Colombia, Argentina, Chile, Venezuela, etc, clama por su inocencia y lo peor es que no gana las elecciones presidenciales de 2018 por estar preso, pero era el favorito en las encuestas.
En Argentina, la corrupta Cristina Kirchner, ganará las elecciones como vicepresidenta a pesar de las toneladas de pruebas en su contra sobre coimas y asesinatos, pero la débil justicia no terminó de condenarla y lo más obvio es que si gana de la mano de Alberto Fernández, todo el proceso de saneamiento fiscal se detendrá. Su ascenso al poder se debe a que el actual mandatario Mauricio Macri tuvo que asumir el proceso de reajuste, normalizar la relación con el sector bancario internacional y asumir el impacto social que generó la reducción de la burocracia y la eliminación de los subsidios, tan de moda en períodos de bonanzas y con gobiernos izquierdistas como ocurrió en la primera década del siglo XXI. Lo que es cierto, es que un segundo gobierno de Cristina K puede tener un efecto adverso.
Igual sucedió en España, el ex presidente Mariano Rajoy asumió el costo político del ajuste económico y social, luego de recibir, de José Luis Rodríguez Zapatero del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), un país en quiebra. Luego de convertir a la península Ibérica en referente europeo en materia de recuperación económica, a través de un golpe parlamentario, los padres del desastre, lograron destituirlo y asumieron nuevamente el gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza, y recogieron las frutas maduras sin mucho esfuerzo.
Ecuador es otro ejemplo similar a España. Rafael Correa el símbolo de la izquierda latinoamericana, violando toda norma institucional, acorralando a empresarios, medios y opositores, dejó al país endeudado y con un andamiaje clientelar político y social, con subsidios inviables. Ahora que llegó la hora de la disciplina fiscal, el prófugo de la justicia, alborota el avispero tomando como siempre a los indígenas, universitarios y otros sectores extremistas para enfilar sus armas contra su ex protegido y actual presidente, Lenin Moreno. Es la línea de acción del Foro de Sao Pablo de atacar con marchas y protestas a sus enemigos.
En Colombia un sistema judicial tomado por la izquierda, acorrala con comprobadas denuncias fraudulentas al objetivo número uno del comunismo continental, el ex presidente Álvaro Uribe, y a cuanto demócrata se interponga a sus planes de tomar el control de las instituciones democráticas. La aberración es tan grande que los representantes izquierdistas, prueba en mano, no son tocados ni con el pétalo de una rosa, tal como sucedió con Jesús Santrich de las Farc, Gustavo Petro, el nefasto y corrupto ex alcalde de Bogotá y ex candidato presidencial a quien filmaron recibiendo dinero de negocios oscuros; al primero lo acusaron de tráfico de drogas y corrupción, también lo filmaron, no aprobaron su extradición a Estados Unidos y cuando lo sacaron de la cárcel huyó a Venezuela desde donde opera con su organización.
Es innegable que la debilidad institucional está afectando la salud de los países latinoamericanos. La izquierda a través del Foro de Sao Pablo se ha convertido en el enemigo número uno de las democracias y sus líderes que tibiamente la defienden todavía creen en diálogos infértiles. En Argentina (noviembre 2018) y en Venezuela (julio 2019), el Foro afianzó sus planes desestabilizadores de los gobierno que atacan sus intereses; mientras Estados Unidos, Europa y los aliados continentales sueñan con salidas civilizadas e improductivas que solo han permitido la permanencia del chavismo, de la Cuba comunista y de cuanta experiencia roja aflora en estas sufridas tierras.
Periodista