Abu Bark Al Bagdadi ha sido el terrorista más buscado del mundo desde la muerte de Osama bin Laden y una figura siniestra capaz de proclamar un sangriento califato con el que exportó su guerra santa por todo el mundo.
Despiadado y huidizo, el caudillo del grupo terrorista Estado Islámico (EI), de 48 años en el momento de su muerte, amparó el asesinato de miles de civiles por motivos religiosos y, mediante durísimos castigos, impuso en sus dominios un régimen teocrático con usos y costumbres medievales inspirados en los albores del islam.
El reinado de terror de Al Bagdadi será recordado especialmente por los métodos sanguinarios de los que se servían sus acólitos en sus vídeos propagandísticos, dotados siempre de un impecable e inconfundible sello profesional que ha contribuido a la amplia difusión de sus crímenes y de sus ideas radicales. La segunda y última vez que se le vio fue el pasado 29 de abril en una filmación
El escurridizo líder del EI, dado por muerto varias veces, solo se dejó grabar en público en una única ocasión: fue durante un discurso en la gran mezquita de la ciudad de Mosul, la que fue la capital de facto del grupo yihadista en Irak, a finales de junio de 2014. Su alocución, en la que se veía rodeado de sus súbditos, se difundió una semana después de haberse arrogado el título de califa, reservado en el pasado a los dirigentes que pertenecían al linaje de Mahoma.
La segunda y última vez que se le vio fue el pasado 29 de abril en una filmación en la que, de nuevo rodeado de algunos de sus camaradas, reconocía la derrota del grupo en Al Baguz, el que fue su último bastión en la provincia de Deir al Zur, en el este de Siria. Pero con un poco más de frecuencia eran distribuidos algunos mensajes de voz.
Su última prueba de vida salió hace algo más de un mes, el 16 de septiembre, cuando llamó en un mensaje sonoro de media hora a la batalla global y a liberar a las mujeres de los yihadistas que se encuentran encerradas en campamentos en el norte de Siria controlados por los kurdos.
Vestido de negro, color que identifica a los descendientes del profeta, y con la barba larga, el jefe del EI se entronizó con el megalómano nombre de guerra de Abu Bakr al Bagdadi al Huseini Al Quraishi, con el que pretendía emparentarse tanto con la tribu de Mahoma, los Quraishi, como con Abu Bakr, el primer califa.
Nacido en la ciudad iraquí de Samarra en 1971, Ibrahim Awad Ibrahim Ali al Badri al Samarrai -su verdadero nombre- cursó estudios universitarios y ejerció de predicador durante años, antes de unirse a la resistencia armada contra la ocupación estadounidense bajo el paraguas de la filial de Al Qaeda en Irak. En ese periodo, fue detenido y encerrado cuatro años en el campo de prisioneros de Bucca, administrado por las fuerzas de Estados Unidos, antes de reengancharse de nuevo a la lucha armada.
Fue detenido y encerrado cuatro años en el campo de prisioneros de Bucca, administrado por las fuerzas de Estados Unidos.
Ya usando su pseudónimo más conocido, en 2010 ascendió a la jefatura de su grupo terrorista, que entonces usaba el nombre Estado Islámico de Irak (EII). A la cabeza de ese grupo y haciendo gala de una ambición sin límites, entró en conflicto con el heredero de Osama Bin Laden en Al Qaeda, el egipcio Ayman al Zawahiri, a quien Al Bagdadi llegó a tachar de “pacifista” en una arenga.
La ruptura entre ambos culminó en abril de 2013, cuando Al Bagdadi anunció la fusión del EII con la filial de Al Qaeda en Siria en una agrupación común denominada Estado Islámico de Irak y del Levante. Esta decisión, desautorizada por Al Zawahiri, desembocó en su total desvinculación de Al Qaeda en enero de 2014 y en el comienzo de sus enfrentamientos con las facciones rebeldes sirias.
A sus éxitos militares en Siria, le siguió una fulgurante expansión por Irak, llegando hasta las mismísimas puertas de Bagdad. Con el Ejército sirio superado por la guerra que comenzó en 2011 y el iraquí en retirada, Al Bagdadi pasó a dominar un amplio territorio en el que el 29 de junio de 2014 proclamó el califato islámico, un sistema creado en el siglo VII y abolido por Turquía en 1926, y que rigió como un país independiente, en el que hasta acuñó moneda.
El califato se convirtió en un poderoso imán que atrajo fanáticos de todo el mundo e incitó a seguidores, simpatizantes e imitadores a ensangrentar cualquier lugar en el planeta. Desde 2017 el califato comenzó a perder terreno a manos de las milicias kurdas que pusieron punto final al dominio territorial del EI en marzo de este año y el reloj comenzó a moverse en contra de Al Bagdadi.
Los rusos ya lo dieron por muerto hace dos años, ha estado huyendo y se encontraba perdido. Muchos especulaban que se encontraría o en el amplio territorio desértico del centro de Siria o en la porosa frontera sirio-iraquí.
Aunque parece que una operación de Inteligencia que comenzó hace cinco meses entre los kurdos y Estados Unidos ha dado en la diana. Al final, estaba en otro lugar mucho más inesperado, en Idlib, el último reducto opositor en Siria y a apenas unos kilómetros de la frontera con Turquía.
EFE