América Latina es una región extraviada: reñida con la modernidad. Se avanza un paso y se retroceden tres. Nuestro tiempo no es lineal sino circular y regresivo. Es una vergüenza el bajo nivel de nuestros políticos y la presencia de un pueblo sin protagonismo, como víctimas propiciatorias de un destino mancillado. Los “prósperos” Ecuador, Perú y Argentina viven recientes crisis políticas que denotan un retroceso a lo que fueron avances muy publicitados. La “locomotora” brasileña no puede avanzar más por los millones de pobres que impiden el despegue del gigante. Colombia, acostumbrada a bañarse en sangre y con una paz precaria vuelve a revivir sus fantasmas con una guerrilla aún en armas. Cuba es la vergüenza del hemisferio, y Venezuela, el país más rico del continente hace cuarenta años atrás hoy tiene un salario mínimo más pequeño que el de Haití. No nombro a todos porque sería la crónica de un espanto de la sociología.
La Economía Política ha procurado desde distintas doctrinas entender el problema del atraso social latinoamericano a través de teorías famosas como la de la Dependencia, hoy olvidada y obsoleta, hasta llegar a los cuestionados remedios neoliberales del presente. En realidad, es un enjambre de supuestos teóricos que la terca realidad nuestra se encarga de desmentir porque no hay continuidad en los aciertos y la profundización de los resultados. Y básicamente porque las clases políticas asaltan el poder para lucrarse. No hay límites institucionales que impidan a estos hombres de presa modificar leyes y constituciones para adaptarlos a sus ambiciones y robar los dineros públicos. Nuestros políticos carecen de habilidades para un responsable ejercicio del poder. Los presupuestos teóricos se rinden al pragmatismo más descarnado y el darwinismo social sigue vigente. La Roma de los Borgia en pleno siglo XV resucitada en una América Latina bizarra donde no pasó la Ilustración.
La historia de la economía es básicamente un estudio sobre la desigualdad social: ¿Por qué hay tan pocos ricos y millones de pobres? Realidades que tienen que ver con el dinero, la producción, el intercambio y la ganancia bajo supuestos egoístas innegables que delatan una conducta humana pobre y mezquina. Aun así las consideraciones éticas y morales pensadas desde las religiones y filosofías han procurado poner freno a los abusos. Aunque los abusos terminen llevando siempre la delantera. En esto nos encontramos con una paradoja: las propuestas socialistas de redención social, históricamente encarnadas en una Cuba o Venezuela, por ejemplo, desmienten la sinceridad de un discurso para salvar a los pobres.
Como dice Esther Duflo, reciente ganadora del Premio Nobel de la Economía, la pobreza, tema capital de nuestro atraso social y ancla para avanzar hacia la modernidad política, no es un asunto de medir los ingresos sino que se debe por la falta de educación, sanidad y sobretodo control responsable sobre nuestras propias vidas. En un orden parecido de ideas está la propuesta del Movimiento Focolar de Chiara Lubich que lleva por nombre: Economía de Comunión, propuesta utópica que aspira a que no haya “ningún necesitado” desde una dinámica productiva solidaria y humana. En sí, el tema de la economía y las empresas no sólo tiene que ver con el dinero y la producción, sino de cómo las instituciones del Estado junto a la iniciativa privada de particulares puedan regular el egoísmo humano que priva como iniciativa en el campo económico.
Sólo una Democracia Responsable con ciudadanos educados y laboriosos junto a dirigentes competentes y honestos podrían hacernos recuperar el tiempo perdido en una América Latina cuya fábrica de pobres para la exportación es el signo que más denota.
Angel Rafael Lombardi Boscán @lombardiboscan