Padre José Palmar: venezolanos mueren de hambre o de tristeza

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Dentro de Venezuela los venezolanos se mueren por desnutrición, por falta de medicamentos y por la violencia del hampa criminal. Y fuera de Venezuela, los venezolanos se mueren por la angustia emocional, la tristeza acongojada y la soledad angustiante.

Esta triste realidad se puede decir en dos frases: los venezolanos mueren por inanición y otros mueren de desolación.

Cabe resaltar que la migración venezolana, que ya sobrepasa los cinco millones de personas, sin contar las mascotas, y que para inicios del 2020 pudiera arribar a los siete millones, ha sacado del archivo de la psicología y de la cardiología el estudio del síndrome del “corazón roto”.     

El estudio del síndrome del “corazón roto” dentro de la ciencia se centraba particularmente en los casos de la muerte de familiares muy cercanos o de seres muy queridos. En este tipo de afecciones el porcentaje más alto de defunciones era de mujeres, en la edad post menopausia. Sin embargo, en el caso de los migrantes venezolanos, hay una nueva realidad sintomatológica. Semanalmente recibo noticias de muertes de decenas de venezolanos que emigraron a otros países tanto de Europa, Latinoamérica y Estados Unidos de Norteamérica.

Sin ánimo de manejar estadísticas, podemos asegurar que mueren alrededor de 10 a 15 venezolanos en el exterior semanalmente, por causa de tristeza, angustia o depresión. Lo inverosímil de este padrón fúnebre es que la mayoría son hombres de edad madura, no muy longeva, y con cierto grado de salud estable.     

Las causas de muerte –en alto porcentaje de los casos recibidos- son por ataques cardíacos después de un intenso estrés emocional, que pudo ser originado por un cumpleaños de un familiar muy querido, día de las madres, fiestas navideñas y de año nuevo, eventos familiares muy importantes, noticia de enfermedad incurable  de un ser querido, muerte de una persona muy estimada, robo y hurto de sus bienes dejados en Venezuela, calamidades de sus familiares cuando no tienen electricidad, comida, agua o dinero; en fin, todo lo relacionado a la debacle social, económica y política de nuestro país hecho añicos por la narcousurpación.   

El síndrome del “corazón roto” desde el punto de vista clínico se define como una miocardiopatía inducida por el sentimiento de tensión emocional. En el caso de los venezolanos que mueren por tristeza y congoja, pudiéramos indagar por los comentarios de las personas que les acompañaban, que su depresión fue originada por momentos de frustración profesional, episodios de estrés conyugal, ansiedad económica, angustia familiar y desconsuelo emocional.   

  Este principio del “corazón roto” está conectado con el síndrome de Takotsubo, y hay quienes lo asemejan clínicamente a la historia médica japonesa. Su nombre proviene por las trampas de pulpos japonesas. Esta patología –la Takotsubo- es un tipo de miocardiopatía no isquémica, en la que hay un imprevisto debilitamiento del miocardio desencadenado por una emoción no controlada por la muerte de un ser querido o una mala noticia familiar.

Este síndrome –vinculado a la trampa de pulpos japoneses- puede afectar a cualquier persona, incluso a aquellos con buena salud y sin problemas cardíacos previos.

Lo particular en el caso de los venezolanos, es que la tendencia es hacia un mayor número de hombres que de mujeres. Aunque en los casos de mujeres son casi de manera súbita y repentina. Los hombres alcanzan llegar por lo menos a una asistencia médica u hospitalaria. Las mujeres mueren en el acto del evento emocional. 

El síndrome del “corazón roto” es una cardiopatía con los mismos síntomas del llamado infarto al corazón. También conocida como disfunción apical transitoria. Su índice de mortalidad es muy bajo, pero debido al masivo proceso migratorio de los venezolanos esta anomalía ha crecido vertiginosamente, sobretodo en Europa y EEUU, y con cierta tendencia en el Estado de Florida. La primera vez que se describió esta cardiopatía fue en Japón por el año de 1990 y, al ver la forma como quedaba el corazón, los médicos japoneses recordaron las vasijas que usan los pescadores nipones para cazar pulpos. De ahí el curioso nombre de miocardiopatía de Takotsubo.  

Recomendaciones a mis hermanos venezolanos en el exilio para evitar que la “trampa de pulpos” te atrape el corazón:  Uno, aprendamos a controlar nuestro estrés en el exilio. No tener prolongadas llamadas con nuestros familiares y amigos en Venezuela o fuera del país donde la tristeza nos agobie.   Dos, no estar solos cuando recibamos malas noticias o nos den informaciones desagradables. Buscar amigos que nos acompañen.  Tres, no dudes en caminar, cantar, escribir, pintar, meditar, leer y hacer ejercicios. La rutina te carcome el alma y te oxida el cuerpo.  Cuatro, busca unirte a grupos de apoyo, no solo en los chat de las redes sociales, sino más bien en círculos de amigos con quienes puedas compartir actividades familiares, sociales, religiosas y culturales. Recuerda que la soledad mata y comer solo no alimenta.  Cinco, busca unos amigos con quienes compartir tus angustias, preocupaciones y ansiedades. Recuerda que la carga compartida pesa menos, y si tienes a Cristo el yugo es llevadero.  Seis, mantén buena alimentación y buenos hábitos de vida que te brinden bienestar y tranquilidad. Recuerda que comer frutas te sana y comerlas en paz te santifica. 

Siete, no te esclavices al tecnicismo de las redes sociales, apaga el celular cuando te sientas hostigado, acorralado o asfixiado. El uso indebido del celular te ocasiona el síndrome del “cuello roto” identificado como la neuralgia occipital, vista cansada e insomnio. Es decir, que además de tener el “corazón roto”, también tienes el “cuello roto”. Solo te faltaría una rotura, tener igualmente el “cerebro roto”, síndrome propio de los chavistas.  Ocho, cambia de canal de vida, busca animarte en hobbies muy frescos y sanos. No manejes el automóvil cuando estés tristes o preocupado. Descansa, duerme y reposa. Yo sé que en EEUU una hora vale diez dólares y un galón de gasolina solo alcanza para 36 millas. Pero es preferible, perder diez dólares en una hora soñando que perder el corazón en un minuto estallando.  Nueve, no te afanes en los temas políticos, económicos o sociales. Baja el volumen de nuestros fracasos políticos. Como dijo en estos días una abuelita venezolana que visité en Orlando, disculpen lo soez: “Padre, me cansé de Maduro y me mamé de Guaidó” (risas).

Ya desde lo político, diplomático, electoral y social lo hemos hecho todo. Dejemos que los malos se acaben entre ellos mismos. No nos acabemos nosotros por culpa de ellos, ya hemos perdido bastante.  Y, diez, lo más importante, lo dejé al final pero es lo primero: ora a tu Padre que está en los cielos, que te ve en lo secreto y te oye en el silencio. El próximo artículo será: ¿Por qué las parejas venezolanas se divorcian en el exilio? Dios les bendiga. Paz y Bien.    

*Padre José Palmar  Sacerdote y periodista venezolano en el exilio   Septiembre 2019