El 2019 presenta escenarios preocupantes para los venezolanos. Los analistas saben que el desenlace de la situación país es inminente porque los indicadores económicos y políticos son inaguantables. Gran parte de la población escéptica no cree en el diálogo impulsado desde la capital de Noruega, Oslo, a pesar de su antecedente en el proceso de paz colombiano, pero sí se inclinan por la opción militar porque la alianza chavismo y Cuba, muestra que esa alternativa de las negociaciones es poco probable que funcione. Los cubanos no son demócratas y son expertos en diluir los problemas y mantenerse en el poder, al igual que los chinos y los rusos.
Pero los enemigos de la mayoría de los venezolanos, no están solo en Moscú, Pekín y La Habana. El lobo de los venezolanos, son los mismos venezolanos. Es el que está en las estaciones de servicio especulando en dólares con el litro de gasolina, el que coloca precios en sus negocios a su conveniencia, el que manipula la divisa americana respondiendo a rumores o por simple interés económico, el funcionario público que cobra en moneda fuerte por cualquier trámite, el banquero blanqueador de dineros mal habidos (producto de la corrupción o de cualquier otra actividad ilícita), el que se hace llamar opositor o demócrata pero es incapaz de acordar un plan para terminar con la pesadilla o porque tiene negocios con los enchufados. A esta gran masa de vagabundos no les conviene que las cosas cambien.
En el mundo de la política nacional, ya lo decía un alto funcionario del gobierno de Estados Unidos, es difícil poner de acuerdo a tanto interesado en llegar a Miraflores después de la caída del chavismo. Y es que los ataques vienen de todos lados, principalmente de Miami, pero lo cierto es que quien está poniendo la cara, con muertos incluidos, es el grupo liderado por Juan Guaidó y Leopoldo López. Es de suponer que el actual presidente de la Asamblea Nacional, al asumir tamaño compromiso, sabía a lo que se enfrentaba y quienes lo prepararon también; lo cierto es que en un mes desbarató un régimen que lucía sin contendientes en diciembre de 2018 y ahora se tambalea, manteniéndose parado con los hilos, tal cual marioneta, que le mueven los rusos, los cubanos, los chinos y otros grupos y países involucrados en sus oscuras actividades.
Venezuela vive momentos turbulentos y el 2019 es el año de la prueba de fuego para el desenlace o la permanencia de un régimen autoritario capaz de hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder. 20 años después, el chavismo no tiene logros positivos para la sociedad, su obsesión por mantener el control, al igual que su aliado cubano, no le permitió construir un modelo que generara bienestar y calidad de vida a los venezolanos. Su legado se resume en dos palabras: corrupción e ineficiencia.
En la mesa de Barbados su única opción es alcanzar la impunidad, el chavismo sabe que si sale del poder sin garantías, el futuro de sus dirigentes y militares es incierto. Esa es la verdadera razón de su negación a aceptar elecciones transparentes y derribar la estructura fraudulenta que le permitió a Chávez y Maduro ganar elecciones.
Ahora que el ilegítimo Nicolás y Diosdado Cabello anuncian la disolución de la legítima Asamblea Nacional y llamarían a elecciones parlamentarias, se abre un escenario en el que los actores nacionales e internacionales tendrán que mover sus piezas con mucho cuidado. Total el chavismo y sus aliados autoritarios no temen a la legalidad y mucho menos la van a respetar. Ni rusos, ni chinos son demócratas y les importa poco tirarse una raya más encima, a pesar de las fuertes protestas civiles que ya comienzan a tocar sus puertas en sus respectivos países, pidiendo democracia.