Infobae: La Habana intenta mostrar al mundo que el régimen venezolano está firme

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Miguel Díaz-Canel está en Caracas. Voló desde La Habana para cerrar una nueva edición del Foro de San Pablo, el grupo de partidos de izquierda de América Latina fundado por Lula Da Silva y Fidel Castro en los 90 dedicado a lanzar consignas contra «el imperialismo» y dar algo de forma ideológica a los populismos de la región.

Díaz-Canel será la máxima autoridad del coloquio que este año se reúne en la capital de Venezuela. El del 2019 está devaluado: la crisis en la que el dictador Nicolás Maduro hundió a su país, sumado a la decadencia y fracasos que atraviesan estos sectores políticos y a que Lula está preso por corrupción, han quitado brillo a la máxima cumbre «antiimperialista» del continente.

Es por eso que el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba -sucesor de Raúl Castro, quien prefirió no moverse de la isla- se ha hecho presente. Intenta devolverle algo de importancia al Foro, aunque esté compuesto en esta oportunidad por centenares de dirigentes de escaso porte. En su llegada a tierra venezolana se precipitó en apoyar a Maduro, su principal misión allí.

La Habana intentará darle un marco de contención al usurpador del Palacio de Miraflores, uno de los dirigentes políticos con peor imagen en el mundo. Lo ganó producto de las torturas que comete su régimen y el hambre que atraviesa la población. A eso, además, hay que sumar los millones de desplazados venezolanos por toda América Latina. «La ofensiva imperial se ha propuesto quebrarnos, dividirnos y enfrentarnos», señaló Díaz-Canel al arribar. Quiere hacer creer que los crímenes contra la humanidad que allí se cometen son gestados en otras latitudes. Coartada para que los presentes mantengan tranquilas sus consciencias.

Maduro -dependiente no sólo de Cuba, sino también de Rusia, China e Irán- encontró algo de oxígeno -impostado- en la maratón ideológica que se desarrolla en Caracas y que de acuerdo a estimaciones de la oposición demandó alrededor de 200 millones de dólares, una cifra obscena en medio de la devastación que atraviesa la nación.

El régimen castrista siempre brindó cobijo narrativo -y logístico- a Miraflores. Hasta que Venezuela se vio atrapada en las redes de la isla. El romance y los negocios nacieron al amparo de Fidel Castro y Hugo Chávez en 1994 profundizándose años después. El periodista cubano -exiliado- Pedro Corzo explica esa obsesión por conquistar territorio continental por parte de los padres de la Revolución. «El modelo cubano no exporta una ideología, sino normas y fundamentos para la toma y la conservación del poder», señaló el intelectual. «Castro tenía vocación imperial», añadió. Irónico: el espíritu del Foro de San Pablo se fundamenta en la lucha antiimperialista.

En 2000 ambos caudillos dieron un marco legal al intercambio de favores. Lo bautizaron pomposamente «Convenio Integral de Cooperación Cuba-Venezuela». Dos años después, en 2002, el cubano le diría al jefe venezolano que debería ejercer mayor control sobre la población. Fue así que nacieron los Círculos Bolivarianos inspirados en los Comités de Defensa de la Revolución de 1960. Una policía de conciencia que luego degenerarían en los colectivos chavistas.

Fue tal la influencia y penetración cubana en Venezuela que tras la muerte de Chávez -anunciada el 5 de marzo de 2013- Maduro se transfiguró en el mejor de los candidatos para La Habana, quien lo bendijo para ser el heredero en el poder. Los Castro sabían que con él en lo más alto de la pirámide podrían controlar aún más los resortes del estado venezolano.

Así fue: el G2 pasó a comandar en las sombras el recién creado Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (CESPPA). A partir de allí penetró el ejército -alguna vez soberano-, los servicios de inteligencia, el flujo de petróleo -propio-, el sistema sanitario, la policía.

Díaz-Canel sabe que tiene que mantener viva esa relación asimétrica. El régimen tambalea y subsiste gracias a los mecanismos represivos, el asesoramiento cubano y los apoyos rusos, chinos e iraníes. Todos, además, succionan los recursos naturales de la gran nación. Aquella que alguna vez supo ser soberana.

Laureano Pérez Izquierdo / @TotiPI / Infobae